Las imágenes de Miguel Ángel Revilla corriendo con 80 años en albarcas por Torrelavega

El expresidente del gobierno participó en la contrarreloj e hizo gala de estar en un buen estado de forma

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Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Miguel Ángel Revilla ha vuelto a demostrar a sus 80 años la pasión que siente por las tradiciones cántabras participando, el pasado 4 de noviembre, en la carrera de albarcas contrarreloj organizada por el Ayuntamiento de Torrelavega. La carrera, con este típico calzado cántabro hecho en madera, tuvo una distancia de 400 metros entre la Asunción y la Iglesia de la Virgen Grande.

La albarca cántabra es un calzado rústico de madera de una pieza, que ha sido utilizado especialmente por el campesinado de la región. Esta albarca guarda similitudes con los otros modelos de otras regiones españolas, pero posee rasgos significativos y características distintas tanto en su elaboración como en su uso.

La madera empleada en la fabricación de este calzado suele estar verde, pues se trabaja mejor, y la más utilizada es la de abedul (aunque no es recomendable emplear esta madera en albarcas destinadas al uso, pues se estropea enseguida) aliso, haya, nogal y otras, como el castaño maillo, el álamo negro y la zalgatera que se pueden emplear ocasionalmente.

No es la primera vez que Miguel Ángel Revilla hace gala del uso de las albarcas. No hace mucho tiempo intentó explicar al exfutbolista Joaquín, a quien retó a una carrera, como se utilizan.

Se ignora el comienzo del uso de este calzado en las regiones del norte español (sobre todo en la cántabra), pero ya se citan en un documento de 1657, en el que el rey Felipe VI solicita a Papa la creación de la Diócesis de Santander. En el catastro del Marqués de la Ensenada del año 1752, consta el oficio de albarquero en varios pueblos de la zona occidental de Cantabria.

Dada la humedad del clima de la zona, es un calzado muy apropiado para preservar los pies del agua y de la suciedad del suelo de determinadas faenas que se realizan en el establo, en los prados y en las tierras de labranza. Es práctico para caminar por terrenos escabrosos, barrizales, y también por la nieve, debido a que los «tarugos» o tacos inferiores dan elevación al pie y prestan agilidad al andar.

Hoy, esta artesanía tan tradicional ha quedado en pocos artesanos que solamente hacen albarcas por encargo, destinadas unas veces para usarlas y otras como recuerdo típico de la región cántabra, lo mismo en tamaño natural que en pequeño formato.

El oficio de albarquero tiende a desaparecer con los últimos artesanos que hoy quedan en muy pocos pueblos, siendo sustituidos por máquinas, en las que un lector de perfiles recorre la superficie de la albarca a reproducir y va transportando su lectura, por medio de un juego de barras, a unas cuchillas que cortan la madera sobrante y consiguen un perfecto duplicado. Estas albarcas hechas a máquina son las que se pueden comprar hoy en las tiendas, importadas a Cantabria desde otros lugares.

Si bien el uso de las albarcas como calzado se ha visto casi extinto, ello no ha impedido que se considere este calzado típico del norte como un recurso cultural y, por tanto, turístico.

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