Así fue el derrumbe que provocó una tragedia en Santander: Seis fallecidos y varios heridos

Dos fachadas del Hotel Bahía se derrumbaron en una mañana de enero de 1992. El recuerdo de aquella tragedia sigue vivo en la memoria de Santander

Alex García

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Este jueves, un devastador derrumbe en un local de Palma de Mallorca se ha cobrado la vida de al menos cuatro personas y ha dejado a siete heridos. Las tragedias, sin importar el día o la hora, siempre golpean con fuerza, recordándonos la fragilidad de la vida y la importancia de la seguridad en nuestras edificaciones. En Cantabria, un suceso similar resuena en la memoria colectiva: el derrumbe del Hotel Bahía en 1992, una tragedia que marcó a toda una comunidad y cuya sombra sigue presente.

El 27 de enero de 1992, a primera hora de la mañana, la ciudad de Santander fue sacudida por un terrible suceso. Mientras varios operarios trabajaban en la remodelación del emblemático Hotel Bahía, dos de sus fachadas se desplomaron de manera abrupta. El incidente dejó un saldo devastador: seis personas perdieron la vida y varias más resultaron heridas. Este evento no solo conmocionó a los ciudadanos de Santander, sino que también movilizó a todas las fuerzas de rescate disponibles en la región.

José Luis López, actual presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, estuvo de guardia en el juzgado ese fatídico día y le tocó llevar el caso. Recuerda con claridad las horas de tensión y desesperación que siguieron al derrumbe. Equipos de rescate, incluyendo unidades especializadas de Madrid, se desplegaron rápidamente en un esfuerzo frenético por rescatar a los desaparecidos. Las operaciones de rescate, apoyadas por perros especializados en la detección de víctimas llegados desde Vizcaya, se llevaron a cabo sin descanso durante días.

El derrumbe ocurrió alrededor de las siete de la mañana, atrapando a una docena de los veinte trabajadores que se encontraban en el edificio. A las dos horas del suceso, todos los heridos localizados habían sido evacuados, mientras que los familiares y compañeros de los trabajadores esperaban ansiosos noticias en el hospital de Valdecilla. La ciudad de Santander, en shock, se volcó en apoyo, aunque las autoridades tuvieron que mantener a la multitud alejada del peligroso sitio de trabajo.

El primer cuerpo recuperado de los escombros fue el de Rafael Santiago Martín, un joven de 26 años que había comenzado a trabajar en el hotel apenas un mes antes, tras un período de desempleo. A lo largo del día, los equipos de rescate recuperaron más cuerpos, incluyendo el de Jesús Álvarez Alonso, de 56 años, y continuaron trabajando incansablemente. La operación de rescate se prolongó durante cinco días, culminando con la recuperación de todos los desaparecidos y un saldo final de seis muertos.

La investigación posterior reveló que la tragedia fue causada por una combinación de trabajos de rehabilitación mal planificados y la pésima calidad del edificio. Un fallo estructural en la octava planta provocó el colapso de varias plantas y las fachadas. La empresa Ascán, responsable de las obras de rehabilitación, conocía las deficiencias en el hormigón de los pilares, pero no informó a los trabajadores sobre el estado crítico de la estructura.

El juicio para depurar responsabilidades se celebró casi cinco años después del suceso. La Audiencia Provincial de Santander halló culpables a dos personas: Armando Álvarez, propietario del hotel, y Antonio Gómez Peña, el aparejador. Álvarez fue condenado a un año de prisión por imprudencia temeraria, y Gómez Peña a ocho meses de prisión menor. Ambos tuvieron que indemnizar a los familiares de las víctimas, aunque muchos consideraron que las penas fueron insuficientes y que otros responsables eludieron la justicia.

El Hotel Bahía permaneció cerrado durante siete años, reabriendo sus puertas en 1999. El recuerdo de aquel derrumbe sigue vivo en la memoria de Santander, una dolorosa lección sobre la importancia de la seguridad y la prevención en las construcciones.

El reciente suceso en Mallorca nos recuerda que la tragedia puede golpear en cualquier momento y lugar. La comunidad cántabra, marcada por su propia experiencia, siente una profunda empatía y solidaridad con las víctimas y sus familias en Palma de Mallorca. Estas tragedias, aunque separadas por el tiempo y la distancia, subrayan la necesidad imperiosa de aprender del pasado para evitar que se repita en el futuro.

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