El lobo es una de las especies mas cautas y reservadas de nuestra fauna ibérica. Su potente sentido del olfato le permite localizar amenazas, algo que unido a su capacidad para el sigilo lo convierten en una especie prácticamente indetectable sobre todo para el ser humano.

De manera habitual rehuye el contacto con otras especies que considera peligrosas como el hombre y solo se acercan (habitualmente de noche) a sus dominios un poco más, si el hambre aprieta mucho.. Su instinto cazador pasa primero por matar cuantas mas piezas mejor para luego comer y al menor ruido huir, llegando a realizar auténticos destrozos en rebaños.

Por eso este hecho que les contamos es tan sumamente inusual. Ver un ejemplar de lobo adulto erguido y altanero a plena luz del día es algo que ni los mas experimentados en el campo y monte han conseguido. Quien ha tenido la fortuna de sorprender a uno, ha sido poco mas que un vistazo a una sombra esquiva y huidiza. Otro forma de localizarle es armarse de paciencia y utilizar unos prismáticos a mucha distancia tras haber detectado algún tipo de rastro.

Durante este confinamiento estos días hemos visto como nuestro descenso notable de ruido ha hecho perder el miedo a algunas especies. Hemos visto como anidaban búhos y mochuelos en los tejados de nuestras ciudades e incluso posarse algún buitre en los balcones. También hemos localizado despistados cervatillos, corriendo de repente por una calle en plena ciudad o jabalís en nuestros entornos urbanos (algo más común).

Todas estas especies enumeradas poseen un alto instinto de supervivencia y  cuando todo esto termine, salgamos de casa y volvamos al ruido rutinario, seguramente vuelvan a su retiro, manteniendo una distancia prudencial.

Lo de hoy es otra cosa. Aunque es cierto, según el censo, que la localidad al norte de Palencia solo tiene 11 habitantes, la imagen de hoy de un lobo en los aledaños esperando a otro ejemplar, en Cubillo de Castejón, con el sonido de un coche a pocos metros es un auténtico “rara avis”.