OPINIÓN: 'La otra visión de España', por Juan Carlos Gumiel
El señalamiento es permanente y constante hacia lo que no sean sus planes de perpetuidad gubernamental y control total de los canales de gestión, opinión, critica y oposición
Madrid - Publicado el - Actualizado
3 min lectura
El auténtico problema de este país es tan sencillo como maniqueo. La izquierda socialista, (lo escribo así, porque creo firmemente que el PSOE era otra cosa) el comunismo y los más radicales efluvios del independentismo se ven únicos, fuertes y lo que es peor, con mucho poder. Un poder descomunal e incontrolable, que va arrastrando con sus artimañas torticeras, improvisaciones, consignas y muchas falacias toleradas, a toda una sociedad que las ve pasar sin remisión, unos entre la estupefacción y otros entre el regocijo propio.
El señalamiento es permanente y constante hacia lo que no sean sus planes de perpetuidad gubernamental y control total de los canales de gestión, opinión, critica y oposición. Las últimas decisiones del gobierno de Sánchez o de Iglesias, (que ya se me hace complicado discernir quién es de verdad quién maneja el timón de esta barca tan desmadrada y tan izquierdista) que le voy a contar que ya no sepan… Los presupuestos, los pactos con Bildu, los independentistas, las mascarillas, el idioma, la educación, la precariedad, el paro, los muertos, la economía, la pandemia… No hay semana que no tengamos alguna pirueta increíble del más difícil todavía. Son un claro ejemplo de las coordenadas precisas que se han adoptado para marcar un rumbo de país jamás visto desde el periodo de la transición española, donde muchos creemos que se hizo un trabajo excepcional de consenso, tolerancia, democracia y libertad, que hemos venido disfrutando hasta estos últimos tiempos, tan insospechados como preocupantes, todas esas virtudes pasadas que ahora vemos como se martillean incesablemente desde esas posiciones de poder omnímodo que parece se ha instalado en nuestro gobierno.
Qué peligro tiene la desintegración de la honestidad, la bajeza moral y la mentira continuada y qué preocupante es la desactivación paulatina de las ideas contrarias y el ataque continuado a una oposición, con una idea tan totalitaria y antidemocrática como el comunismo más recalcitrante, rencoroso, cavernario y obsoleto (que es quien realmente gobierna ahora, no lo olvidemos).
La mediocridad con la que han conseguido inyectar el mensaje a cierta parte de la sociedad de que lo bueno es lo suyo y todo lo demás es fascismo, es de un parvulario aplastante, muy alejado de la realidad política actual y de una parte muy importante de la población para la que también “se supone” que trabajan. Les interesa vivir en el pasado y con el pasado, siendo muy selectivos y nada arbitrarios porque ya ven que las cosas más infantiles, más vulgares y más manipuladas son las que más calan entre sus afines y su propio electorado.
Aquí ya no cabe ni intentar colar ni calar con un argumento contrario porque, automáticamente será apartado, tachado o señalado, con todo ese supuesto poder de argumentario de libro, lleno de utopías y dudosas ensoñaciones de bienestar, justicia y libertad. Siempre hay esperanza, no todo está perdido, simplemente hay que esperar, como ya ha ocurrido en otros tiempos, trabajando y denunciando la realidad, no la que nos quieren contar, y esperar… Esperar desgraciadamente, a que este país vaya paulatinamente hundiéndose entre más intolerancia, más desigualdad, menos libertad, más injusticia y más pobreza, hasta llegar a la desesperación y a la depresión de todos los ciudadanos, incluidos esos mismos que simpatizaron, votaron y apoyaron este esperpento de gobierno, esos mismos que terminarán reaccionando ante la situación insostenible de un país pobre e injusto con falta de libertades y sobre todo de futuro. Solo entonces, se dará el giro hacia otras formas más congruentes de gobierno, y serán ellos quien lo pidan en las calles, en las redes, en los medios y en las urnas, y ahí estará la otra visión de España; fuerte, democrática, trabajadora, moderna, solidaria, coherente y sensata, esperando su momento.