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En defensa del árbitro
El sobreúso del VAR ha pervertido el fútbol español hasta convertirlo en incomprensible. Urge recuperar la figura del árbitro por el bien del fútbol. El análisis de Jordi Jiménez

El penalti que ordenó repetir Quintero González
Mallorca - Publicado el - Actualizado
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No, no lo están haciendo bien y no es un texto para loar su trabajo. Todo lo contario, lo están haciendo muy mal y es más necesario que nunca analizar por qué y defender la figura del árbitro, que está siendo pisoteada.
Pero pisoteada no ya por los equipos que se sienten perjudicados, muchas veces con razón, por los futbolistas, directivos o periodistas. La profesión de árbitro está siendo atacada desde su propio estamento y los órganos rectores del fútbol. Es como si el ejército estuviera formando incorrectamente a sus soldados para que fueran carne de cañón del enemigo, o les dieran munición defectuosa. Sin árbitro tampoco hay fútbol, no sólo sin futbolistas. Un fútbol sin árbitro no es posible como no lo es una sociedad sin policía.
Sin embargo, el árbitro es hoy un elemento de distorsión porque se le da un marco normativo cada vez más confuso, se le dan normas para su progreso que debe cumplir si quiere progresar. Y ya se sabe que el que se mueve no sale en la foto. La cuestión es que asistimos cada fin de semana en la liga española a una ceremonia de la confusión, ya nadie sabe nada, estamos en un fútbol en el que cualquier cosa es posible, y sobre todo, lo que tenemos es un fútbol interrumpido, revisiones continuas y prolongadas, confusión y desconcierto. Los partidos pueden ir por el camino más insospechado. Lo ocurrido con los tres penaltis a favor del Mallorca, uno revocado y un tercero repetido por un retorcimiento en la interpretación de la norma, lo pone de manifiesto. Ha sido el último ejemplo, pero antes el Mallorca los ha sufrido en contra también.
Lo que está en juego ahora mismo es el juego, su credibilidad, el fútbol tal y como lo hemos conocido, especialmente en la liga española. La forma de dirigir los partidos y el uso (más bien sobreúso) del videoarbitraje (VAR) está pervirtiendo el juego. El árbitro es otra víctima del sistema aunque algunos sólo le vean como verdugo.
Ser árbitro.-
Llegar a ser árbitro de primera división es muy difícil, sólo llegan unos pocos. Tienes que ser muy bueno en reglamento, condición física, personalidad para saber dirigir un partido. El árbitro está solo en el campo ante 22 tipos que si pueden le engañan. Está recibiendo protestas continuas desde los banquillos, es insultado continuamente desde la grada, cuando no agredido desgraciadamente en los escalones inferiores del fútbol.
Realmente debes tener una personalidad especial para desafiar todo esto. Además de la recompensa económica ( enorme en la élite, los españoles son los mejor pagados), hay que tener una vocación indudable. Pero del arbitraje viven unos elegidos. Si hablamos de los escalafones inferiores del fútbol, que son la mayoría, miles de árbitros, la vocación y sentirse bien en su piel en la ingrata tarea de arbitrar, exige una pasta especial.
Alguien podrá decir que nadie les ha obligado a estar ahí y es cierto, alguien podrá decir con razón que en la élite ganan lo que ningún trabajador normal ganará en mucho tiempo. Y es cierto. De lo que se trata es de que hagan bien su trabajo, sean honestos, sean justos y traten de no condicionar el juego, lo que resulta cada vez más difícil con el actual sistema y tal y como se lo ponen en su propio estamento.
Los árbitros de hoy son víctimas de un marco normativo enrevesado, retorcido, cuando no de unas interpretaciones retorcidas, porque las normas del fútbol siempre buscaron la sencillez. Ocurre que cada año que pasa se retuerce algo, se complica algo. De tal manera que incluso los protagonistas del fútbol ya no saben qué se está pitando en muchas ocasiones, en la mayoría de partidos lo vemos.
El árbitro debe aplicar unas normas para el normal desarrollo del partido, el reglamento, pero qué ocurre si lo que se les exige cada vez es más interpretable, cada vez más retorcido. Un ejemplo claro de actualidad: hoy se están recordando los cinco años del inicio de la llamada pandemia y de los confinamientos. A las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado se les dieron unas instrucciones en virtud de un nuevo marco legal extraordinario pese a ser a todas luces anticonstitucional.
La lucha contra el virus y la enfermedad lo justificaba todo, porque el miedo era el motor de las imposiciones que luego han sido declaradas inconstitucionales. Los policías se vieron obligados a sancionar a personas por estar en la calle sin motivo justificado, o por estar en la playa, o por no llevar mascarilla en la calle y un montón de cosas más.
Luego hemos comprobado como intuíamos que todo esto no se sostenía ni sanitaria ni legalmente. Seguro que muchos policías no las tenían todas consigo y tal vez eran conscientes de que estaban cometiendo un atropello, que aquello no tenía un pase, pero era lo que se les exigía y estaban cumpliendo su obligación.
Es decir, las normas o las instrucciones pueden ser injustas o incorrectas, en el caso del fútbol incluso contrarias al juego, pero el árbitro tiene que ejecutarlas.
Cuesta pensar que un árbitro sea una persona que se levante por la mañana antes de dirigir un partido pensando en cómo fastidiar a miles de aficionados de un equipo.
El árbitro cada vez menos autónomo.-
El árbitro profesional es alguien que tiene una gran remuneración, tiene dedicación plena y en los partidos en teoría está más rodeado que nunca, tiene, además de asistentes, cuarto árbitro y otro árbitro frente a un monitor que le va diciendo cosas, dicen ahora que se pita en equipo. Todos hablan, todos intervienen y el árbitro del campo decide. ¿De verdad? ¿de verdad arbitra el árbitro de campo? o es una víctima más del sistema. ¿Se imaginan en su trabajo con un montón de gente diciéndole al oído un montón de cosas? el panadero con un tipo diciéndole, no ahora no, espera cinco minutos más de cocción. A tortas acabarían, nunca mejor dicho.
El caso es que el árbitro cada vez arbitra menos. Alguien puede decir que eso es falta de personalidad, tal vez, o quizá hay que tener mucha y que te resbale todo sabiendo que estás siendo fiscalizado por otro árbitro que tiene la ventaja de estar viendo las acciones en la pantalla y que le va a decir una cosa o la otra.
El invento perverso.-
Entonces el árbitro de campo acaba haciendo dejación de funciones, deja de asumir la responsabilidad total indicando que le hablan por el pinganillo. El del VAR cobra también un dinerito bueno por estar ahí y le dirán que está para algo. Con la retorcida interpretación del reglamento, el del VAR acaba llevando al extremo las normas, porque le dirán que cómo puede no intervenir si está viendo la acción repetida. Esto lleva a un sobreactuación, a una intervención continua. Les han dado el juguete y tienen que jugar.
Hemos llegado a una situación en la que los encuentros son continuas ceremonias de la confusión en la que ya nadie entiende nada, ya nadie sabe nada. Pero no en la grada, que por supuesto, en el propio césped. Lo elemental para que el fútbol se convirtiera en popular y el deporte más grande del mundo fue su sencillez y accesibilidad, que fuera comprensible. Ahora sin embargo parece un juego destinado a ser entendido por una élite, los que reelaboran las normas y los que tienen que aplicarlas.
Urge una vuelta al origen, que el árbitro dirija, que desaparezca el VAR tal y como está ahora mismo, tal vez que tenga técnicos como decía López Nieto que tiren líneas para salir de dudas en fueras de juego, goles fantasmas o penaltis. Y poco más. Y esto no es sólo en defensa del fútbol que es lo más importante, también en defensa del árbitro, que es quien tiene la responsabilidad de que un partido transcurra correctamente, que tenga juego real, que contribuya a que el fútbol siga siendo lo importante y siga siendo el gran deporte que es.
Hay que permitir al colegiado arbitrar, no puede estar la lupa en cada partido, en cada jornada, en el árbitro. El rostro muchas veces del árbitro es un poema cuando tienen que dirigirse al monitor, o después de tener que cambiar una decisión. Se puede ver el temor en muchos de esos árbitros, sobre todo los más jóvenes que acaban de llegar. Urge que el árbitro deje de ser el protagonista del juego. Claridad en las reglas del juego y menos empleo de la dichosa herramienta que ha pervertido todo.