TIENDA CENTENARIA
Ángel Ferreiro, "guerrero" con una profesión en vías de extinción que vendió una navaja a Axl Rose
Es la cuarta generación del pequeño negocio que abrió su bisabuelo en Vitoria llegado de Galicia, un bastión que mantiene toda su esencia y calidad
Vitoria - Publicado el - Actualizado
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Ángel Ferreiro ejerce una profesión en vías de extinción. Es de los últimos afiladores que trabajan de forma artesanal: "un guerrero del comercio local".
Lo hace cuchillo en piedra en una tienda centenaria de Vitoria "que recuerda por fuera a un pub irlandés" y que en el taller adyacente conserva las máquinas que tuvo su bisabuelo, pero mejoradas. Cuando comenzaron a dar problemas su padre las encargó a la misma empresa de Gipuzkoa que aún guardaba el molde y que mejoró su seguridad.
El bisabuelo de Ángel llegó de Galicia a la capital alavesa en 1880 con el sonido típico de la profesión. Abrió una tiendita de apenas "dos metros cuadrados" que hoy ocupa el triple. El pequeño establecimiento y su taller mantienen la esencia de entonces, la calidad de antaño. Es un viaje al pasado, está llena de recuerdos como ha comprobado COPE Euskadi.
Ángel es la cuarta generación de afiladores Ferreiro. Junto a la Plaza de España vende cuchillos, hachas y paragüas "hechos a mano", y afila de todo, hasta bisturís.
Entre sus clientes, deportistas como Juanito Oyarzabal y estrellas del rock como Axl Rose. "En el Azkena vinieron unos melenudos de Guns N' Roses y yo no sabía quienes eran, mis amigos se tiraban de los pelos".
Al mítico grupo de los 80 le vendió unas navajas hechas por él mismo. Ángel nos cuenta que tiene clientes "heredados" y otros nuevos. No le falta el trabajo y cuando hay un problema siempre lo resulve "aunque pierda".
Se aprende mamándolo
Si bien le apasiona martillear el metal incandescente y crear mangos y tablas de madera, al principio Ángel cogió "manía" al negocio. Allí pasaba las vacaciones aprendiendo el oficio del que se tuvo que encargar por "obligación" tras fallecer "muy pronto" su madre, quien atendía el mostrador.
"Se aprende mamándolo" y no a través de un libro, responde a sus amigos cuando le proponen que deje manuscrita su "sapiencia".
A sus 56 años y sin descendencia Ángel no sabe cuándo se jubilará, no quiere de momento pensar en cerrar una tienda tan "especial". Nos clo onfiesa mientras nos enseña cómo trabajan unas piedras de afilar que ojalá rueden muchos años más.