“El asesinato de mi padre era la crónica de una muerte anunciada"
La hija de Manuel Zamarreño recuerda como las amistades de sus padres, se cambiaban de acera cuando les veían por la calle
Santander - Publicado el - Actualizado
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La mañana del 25 de junio de 1998, Manuel Zamarreño, concejal del PP en la localidad guipuzcoana de Rentería, salió a coger el pan como hacía muchos días. Pero aquella mañana, no fue como otras. La banda terrorista ETA había colocado una moto bomba que hizo estallar al paso del concejal y su escolta.
Zamarreño murió en el acto. Su escolta, el ertzaina Juan María Quintana, resultó gravemente herido. Manuel Zamarreño llevaba ejerciendo de concejal mes y medio en sustitución de su compañero José Luis Caso al que también asesinó ETA el 11 de diciembre de 1997.
Su hija Naiara tenía 15 años y recuerda como contó a su padre, que ya se había acostado,que ETA había asesinado a su compañero José Luis Caso. “Mi padre se vistió a toda prisa y se marchó a Irún, donde había asesinado a Caso. Y allí mismo anunció delante del cuerpo que él, por lealtad y afinidad política, iba a sustituir a José Luis” recuerda Naiara. Fue en ese momento cuando la hija de Zamarreño se dio cuenta que el siguiente podría ser su padre. Como así fue.
El día del atentado a Manuel Zamarreño, Naiara estaba ayudando en casa cuando su padre, antes de salir hacia “Una reunión muy importante en san Sebastián, dijo que iba a bajar a por el pan. “Recuerdo que le pedí que no bajara, que ya iba yo. Él insistió y salió a comprar el pan”, cuenta su hija. Al poco tiempo se escuchó una fuerte explosión y enseguida “supe que era él”, dice.
Pasaba el tiempo y nadie les decía nada, su padre no contestaba al teléfono y entonces puso el tele texto y la primera noticia era “Manuel Zamarreño muerto en atentado”. Así se enteró la familia.
“Mi madre gritaba, yo daba vueltas por la casa, mi hermano se puso a vomitar de los nervios, te quedas bloqueada” asegura Naiara.
Los días pasan y vas sobreviviendo cuenta la hija de Zamarreño que recuerda a su padre como el perejil de todas las salsas, siempre dispuesto a ayudar a los demás.
Tras la muerte, llega el “algo habrá hecho”. El asesinato rompió la familia y alejó a muchas amistades que ya cuando a Manuel le pusieron escolta, cambiaba de acera para no pararse con ellos. La familia de Zamarreño encontró el cariño fuera de su tierra desde donde les llegaron innumerables muestras de apoyo y solidaridad. “¿En en País Vasco? En el País Vasco hay mucho que callar. Hay muchas familias que no están orgullosas de lo que han hecho” concluye Naiara Zamarreño.