Ramón Baglietto salvó la vida al niño que años después le pegó un tiro en la cabeza

ETA asesinó al concejal de UCD el 12 de mayo de 1980

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Pedro Baglietto, hermano del concejal de UCD asesinado por ETA

Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

La familia de Ramón Baglietto abrió una pequeña tienda de muebles en Azcoitia porque las cosas en la tienda de Eibar iban muy bien. En ella colocaron a trabajar a Ramón y los primeros días pasaba las horas mirando la gente pasar desde la puerta de su establecimiento.

El 21 de septiembre de 1962, un día de aquellos aburridos, le llamó la atención una madre que cruzaba la calle con dos niños, uno menor en brazos y el otro a su lado con una pelota. Al niño que jugaba con la pelota se le escapó ésta en el momento en el que un camión circulaba por la calle. La madre salió corriendo tras él con el menor en brazos y fue Ramón quien se lo quitó de los brazos instantes antes de que el camión arrollara a madre e hijo que perdieron la vida.

Ramón Baglietto salvó la vida de aquel menor sin saber que 18 años después la vida los iba a volver a cruzar.

Ramón siguió trabajando en Azkoitia y junto a José Larrañaga empezó a colaborar con la UCD de Marcelino Oreja-llegó a ser concejal en su pueblo- lo que puso a ambos en la diana de la banda terrorista ETA. “Lo que era bueno para España y la democracia parece que no era bueno para Euskadi” cuenta Pedro Baglietto, hermano de Ramón, al recordar aquellos años.

Trabajo que se truncó un 12 de mayo de 1980 cuando dos miembros de ETA lo asesinaron. Los terroristas Cándido Azpiazu y José Ignacio Zuazolazigorraga ametrallaron su vehículo haciéndolo chocar con un árbol. Todavía con vida, Ramón Baglietto fue rematado con un disparo en la cabeza por Cándido Azpiazu.

Cándido era el niño al que Ramón le había salvado la vida 18 años antes evitando que un camión lo matara junto a su madre y hermano.

Azpiazu fue detenido y pasó 15 años en la cárcel. A su salida de prisión, abrió una cristalería en el mismo inmueble donde residía la viuda de Ramón, Pilar Elías que “tenía que contemplar el rostro del asesino de su marido cada día” recuerda Pedro Baglietto quien lamenta que en un pueblo narcotizado por la violencia, entre los que miran para otro lado, los cobardes y los que les apoyan “hacen que las víctimas tengan que ir con escolta y los asesinos sean vitoreados por la calle”.

Las víctimas, asegura el hermano de Ramón, han sido muy generosas y lo que tienen que hacer los asesinos es ser generosos también y no hacer el relato de lo ocurrido como están intentado hacer blanqueando la historia.

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