El Papa imparte la bendición 'Urbi et Orbi' por la pandemia en un San Pedro vacío: "Estamos en la misma barca"
Desde una plataforma situada en medio de la plaza, el Santo Padre recordaba que, como los discípulos en su momento, todo el mundo está en la misma barca para luchar contra este mal
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Fue lo nunca visto. Una tarde-noche desangelada, lluviosa y confinada reinaba en Roma en aquel 27 de marzo. En esas condiciones impartió el Papa Francisco una bendición 'Urbi et Orbi' extraordinaria con motivo de la pandemia del coronavirus, en una Plaza de San Pedro del Vaticano vacía.
Desde una plataforma situada en medio de la plaza, el Santo Padre recordaba que, como los discípulos en su momento, todo el mundo está en la misma barca para luchar contra este mal.
Francisco subrayaba que, al igual que ellos, a la humanidad le ha sorprendido una "tormenta inesperada y furiosa". "Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos", relató.
Francisco señaló que la tempestad desenmascara la vulnerabilidad y deja al descubierto esas "falsas y superfluas seguridades" con las que se construyen las agendas y proyectos.
"Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos", ha subrayado.
De este modo, afirmó que los seres humanos no son autosuficientes y solos se hunden. "Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo", ha instado. Así, Francisco reiteró que el mundo ha avanzado rápidamente y los hombres se han sentido fuertes y capaces de todo, codiciosos en ganancias, absorbidos por lo material y trastornados por la prisa.
"No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo", lamentaba el Pontífice.