Schlichting: "Dice el Gobierno que la amnistía es para la convivencia, cuando es exactamente lo contrario"

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¡¡¡Muy buenos días España!!! El jueves rematamos el mes de enero y el viernes próximo ya podemos quitar el Belén, porque son las Candelas, la Presentación del Niño Jesús en el templo, según la costumbre judía de la época, y ya está tan grande el crío que no cabe en el pesebre. Ahora sí que sí se acabó la Navidad, qué le vamos a hacer los fans.

Continúa el buen tiempo con predominio de cielos sin nubes o con pocas nubes y -eso es lo malo- sin señal de lluvia.

Hoy hay manifestación contra la amnistía decretada por Pedro Sánchez para Puigdemont y sus amigos, con el fin de mantenerse en el poder. Será a las doce en Madrid, en la Plaza de España, y la convoca el PP.

La cita tienen lugar entre otras cosas porque el martes se vota la ley en el Congreso, en medio de un clima de tensión en el PSOE por las críticas del único que dice que el rey está desnudo, el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García Page, que ha señalado directamente que la amnistía difícilmente cabe en el Constitución y que constituye una falta de igualdad de los españoles.

A pesar de todo, los diputados del PSOE, los independentistas y sus colaboradores, y también los de Castilla La Mancha en el parlamento, todos menos PP y Vox votarán como corderitos que sí, que quieren que se perdonen los terribles sucesos de Cataluña del 2017.

Esas jornadas en que se nos encogió el corazón cuando se votó la partición de España y quedó desamparada esa mayoría de catalanes que no quiere la ruptura, y que parece que ya no importan. Esos días en que se conculcaron las leyes que protegen la convivencia, se decidieron unilateralmente cosas que prohíbe la Constitución de todos y se instó a las masas a enfrentarse a los cuerpos de seguridad del estado, lanzar adoquines, cortar carreteras y aeropuertos y trenes y herir a los policías hasta dejar a tres de ellos discapacitados.

Las hordas no estaban desorganizadas, no fue un tumulto como ahora se pretende. Las personas se organizaron en CDR, cuerpos de defensa revolucionarios, y las consignas las daban los poderosos desde formaciones ideológicas como Ómnium Cultural o Asamblea Nacional Catalana. Terrorismo es según Europa y nuestro código penal, la acción violenta dirigida a cambiar las estructuras del estado. ¿Esto que ocurrió en Cataluña no es terrorismo?

No se puede perdonar algo tan grave para conseguir con siete votos el Gobierno. En su desesperación por saltarse el sistema judicial español, Pedro Sánchez no hace más que pactar con Puigdemont codas a la ley para que amnistíe expresamente el terrorismo, al menos el que no conculque los derechos humanos, pero que les digan a los policías heridos si lo que pasó fue o no tortura. El responsable de todo aquello se llama Carles Puigdemont, y por eso huyó de España en un maletero y se refugió en distintos puntos de Europa y lo perseguimos por todas partes, porque nos había partido, porque había hecho un gran daño y causado un gran dolor.

Ahora dicen los portavoces del Gobierno que la amnistía no la hacen para que Pedro siga en el poder, que lo hacen por nuestro bien, para asegurar una convivencia armoniosa.

La verdad es muy otra. Es exactamente la contraria. Repasemos la historia.

Los independentistas se quedaron de palo cuando no se salieron con la suya. España es tan flexible, somos verdaderamente tan pasotas, que éstos se pensaban que montarse un chiringuito feudal en Cataluña les iba a resultar posible. En la propaganda carísima que imprimieron con nuestro dinero hablaban de un país feliz que sería apoyado por Europa. Cuando cualquier incorporación nueva a la Unión necesita el voto de todos los países miembros, por supuesto también de España.

Cuando vieron que PP y PSOE aprobaban el artículo 155 que permitía suspender la autonomía de Cataluña y comprobaron que venía la policía y se alojaba incluso en barcos crucero en el puerto de Barcelona y que los falsos colegios electorales, con urnas compradas en china con tu dinero y el mío, amanecían rodeadas de agentes, se quedaron, repito, de piedra.

Eso fue lo que paró el golpe, la reacción institucional de todos, parlamentarios, jueces, el Rey, policías y el pueblo de España indignado. Y eso fue lo que permitió que anduviesen después con el rabo entre las piernas, por fin conscientes de que el estado de derecho no es tan fácil saltárselo. Eso fue lo que permitió que la gente no independentista volviese segura a sus oficinas y pasease tranquila por los pueblos. Y ahora llega Pedro y lo desmonta todo. Todo lo que nos costó a los españoles un susto de muerte y hasta lágrimas, lo que les costó noches sin dormir y desvelos incontables a las familias de los policías, lo que les costó amenazas a los jueces.

Ahora resulta que esto es perdón y convivencia y amor. No hijo, todos sabemos lo que es esto. Que has vendido el esfuerzo de todos en Waterloo, para poder gobernar en una carrera de ambición desmedida.

Y te da igual forzar el Estado de derecho, y la igualdad entre los españoles -que ya quisieran muchos presos que están en la cárcel por bastante menos semejantes privilegios- y cargarte todo un andamiaje de protección legal de la nación para lograr tus planes de poder.

¿Cómo le consiente esto la izquierda? Para mí, lo confieso, es un misterio. Supongo que anclado al final en la guerra civil y las dos Españas, yo qué sé. En la idea de que cualquier cosa es preferible a que gobierne el contrario. Que por ejemplo el esfuerzo social que el Gobierno despliega justifica este retorcimiento de las leyes y del sentido común.

La izquierda está callada y vota bovinamente lo que Sánchez ordena, pero sobre ella pesará el debilitamiento del estado de derecho y la impunidad de los independentistas, que ganarán el derecho a seguir atormentando en Cataluña a los que no piensan como ellos.

¿De qué se habla ahora en España? Pues de que Xavi deja la dirección del Barcelona. Y también del cartel de la Semana Santa de Sevilla, que muestra un seductor Cristo desnudo. Pues allá cuidados, porque cada uno es responsable de dónde fija su mirada y a qué dedica sus pasiones.

Por cierto, uno que siempre se preguntó qué era lo más justo y trabajó incansablemente por ello se llamaba Eugenio Nasarre. Ayer murió a los 78 años este histórico colaborador de La Linterna de la Iglesia de Cope. Quizá os suene también porque fue director general de televisión, secretario general de Educación en el gobierno de Aznar, y diputado del congreso de 2000 a 2016. Ha fallecido con apenas 78 años. Eugenio fue un estudiante brillante, primero de su promoción como administrador civil del estado, que en época de Franco militó en Izquierda Democrática, cuando aquello era bastante incómodo. Pasó después a la UCD y fue sucesivamente jefe del gabinete de Íñigo Cavero en el Ministerio de Educación y director general de Asuntos Religiosos del ministerio de Cultura y subsecretario de Cultura.

Eugenio Nasarre, hermano de quien fuera nuestro compañero Alfonso Nasarre, era de esos hombres imprescindibles por su criterio, al que se pedía consejo discretamente en situaciones delicadas y que siempre medió con prudencia en la sombra.

Muchos de nosotros estamos agradecidos a una vida fecunda y le deseamos una feliz eternidad. Adiós, Eugenio.

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