“Si tenemos a nuestro hijo de cinco años con piano, inglés y exigiéndole buenas notas, acabará mal”

El psicólogo y biólogo Manuel Hernández Pachecho ha estado en Fin de Semana para hablar de las dependencias emocionales

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“Si tenemos a nuestro hijo de cinco años con piano, inglés y exigiéndole buenas notas, acabará mal”

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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En las sofisticadas y, a veces extrañas, relaciones que los seres humanos establecemos unos con otros entran también las que no nos convienen y nos empeñamos en mantener.

Se han dado en llamar últimamente “relaciones tóxicas” o “relaciones de codependencia”. ¿Por qué hacemos eso, por qué nos vinculamos a una mujer o a un marido que nos trata mal? ¿A un novio que hace eso? ¿Por qué buscamos siempre este tipo de personas y permanecemos en el vínculo familiar tóxico? Esta es una materia fascinante en la que ha abundado Manuel Hernández Pacheco, un malagueño biólogo y psicólogo y que, desde esta perspectiva doble tan interesante, ha escrito un libro imprescindible sobre esta materia.

Manuel ha estado en Fin de Semana y ha asegurado que esta cuestión tiene que ver “con la infancia y con nuestra biología: “Con la segunda porque somos mamíferos, y para poder sobrevivir necesitamos vincularnos unos a otros, y ningún bebé mamífero puede sobrevivir si no tiene unos cuidadores, y los seres humanos somos mamíferos; en cuanto a la infancia, porque ahí vamos a aprender todo lo que van a ser casi todos los aprendizajes emocionales a lo largo de nuestra vida. Si durante nuestra infancia aprendemos que no somos válidos o no podemos valernos por nosotros mismos o no podemos confiar en otras personas que queremos, esto se va a llevar el resto de nuestra vida y va a hacer que, a veces, no podamos vincularnos con los demás aunque queramos o nos vinculemos con ellos aunque nos hagan daño. Con un año de edad ya hay una prueba que se llama ‘la situación del extraño’, considerado uno de los cinco mejores experimentos del S. XX, y que nos va a decir si un niño va a ser de apego y qué tipo”.

El psicólogo ha explicado que “casi todo lo que nos ocurre es genético y, en parte, aprendido”: “Hay un factor genético, claro, pero el porcentaje de aprendizaje probablemente sea muchísimo mayor. La situación de este experimento es que la mamá entra con el extraño y deja al bebé solo con ese extraño, provocando miedo en él. A veces éste ni se inmuta cuando ella se va y se queda jugando, y otras veces el niño llora y, cuando llega la madre, se aferra a ella y no se suelta. Una madre con depresión posparto va a hacer que el niño tenga depresión va a hacer que su cerebro sea extremadamente dependiente de la madre. Cuando sea adulto, o va a aprender a no depender de nadie o a depender muchísimo de ella”.

El miedo a confiar en alguien puede ser tan terrible que hay personas que no pueden tener pareja”, detalla Manuel, y cuenta que hay personas que van a su consulta y las están maltratando, “pero tienen un miedo enorme a estar solas y no pueden dejar a la pareja. Esto claro que se recupera, pero cuanta más edad y profundo sea el daño, más complicado es”. ¿Cuál es el papel del padre en esto? “Interviene, claro, y mucho, pero más la madre, sobre todo el primer año. El papel de la madre es más importante ese año, luego se van igualando y, en la adolescencia, se cree que el papel del padre es más importante”.

El autor del libro ha explicado, además dos tipos de apego de entre los que hay:

Apego evitativo: personas que no se regulan bien con otras, aprender a regularse con objetos: objetos, libros… son muy buenos profesionales pero sienten vacío y soledad, y están siempre preocupados de qué piensan los demás de ellos.

Ansioso: necesitan regularse siempre con otras personas. Hay dos modos: siendo dependientes o controladores. Normalmente los varones son más controladores (la mayoría de los maltratadores o asesinos actúan cuando sienten que van a ser abandonas). Las mujeres están en un papel de dependencia de que no pueden quedarse solas. Cuando estos apegos son extremos hablamos de apegos desorganizados, son personas que no tienen una estrategia para poder regularse. El mayor factor de tener desorganizado es haber tenido un apego desorganizado en la infancia.

También ha explicado que los padres con alcoholismos o adicciones suelen dar hijos codependientes: “Cuanto más extremo sea la actitud del padre en lo patológico, más extrema va a ser la del hijo. Va a ocurrir que los hijos se regulan, así que si el primero es estudioso, el segundo será un trasto. Como hay pocos recursos emocionales, si imito al hermano mayor no me va a ver nadie. Son las maneras de encontrar un hueco y significarse y que te puedan ver”.

Manuel comenta que “un cuidador compulsivo siempre cuida de los demás y va a considerar que solo vale en función de lo que haga por ti, ‘me vas a querer por lo que haga, no por lo que soy’. Los narcisistas someten a otra personas a su control para que haga todo lo que ella quiere. El 50 % de la población es de apego seguro, pero los que no lo son provocan daño fisiológicos. Una persona que es cuidadora compulsivo va a tener fatiga crónica y enfermedades autoinmunes porque va a estar en estrés permanente. Ese estrés genera cortisol y hace que el sistema se agote porque está siempre en la defensa y no le queda energía para otras labores. Las implicaciones de este tipo de cosas son enormes”.

También ha analizado esos momentos en los que el sexo se confunde con el afecto y conduce a los abusos sexuales: “Una plaga”, asegura, pero afirma que, “por fortuna, cada vez podemos hablar más de esto”, y añade que “es lo más terrible que se le puede hacer a una persona, engloba todos los abusos: el de abandono porque tiene que haber alguien que no se dio cuenta, que no vio, no miró y no me protegió; el psicológico, porque es atentar contra la otra persona; el físico, porque entran en tu intimidad. Y lo peor no es el abuso, no es el contacto físico, es la ruptura en la intimidad. El 80 % se dan entre familiares o personas cercanas. El mayor daño es quién soy yo después del abuso”. Manuel ha detallado que el abusador, generalmente, son “personas abusadas que les han hecho acoso escolar con problemas de carencias afectivas fuertes y que necesitan sentirse queridos y lo van a hacer con alguien muy débil que saben que no se pueden proteger. Esa es la paradoja: la mayoría de los abusadores han sido abusados. Si protegemos a la infancia protegemos a la sociedad”.

También ha comentado la depresión, considerada la epidemia del S. XXI. ¿Estamos más enfermos que en el pasado? “Las enfermedades están cambiando”, ha asegurado: “Antes no había casi trastornos alimenticios y ahora son una plaga. Creo que antes había más trauma de comisión de violencia y de maltrato y ahora es de omisión, no estamos hablando con nuestros hijos todo lo que deberíamos, están todo el día con los móviles y nosotros siempre trabajando. Hemos perdido el contacto familiar que había antes, así que el problema principal de la sociedad hoy en día es la soledad. Se ha perdido ese buen día de campo todos disfrutando. La sociedad avanza mucho en lo económico pero estamos perdiendo en lo social, y estamos viendo muchos niños con TDH, con autolesiones y problemas alimenticios, pero al final lo que está detrás es el síntoma”.

Sobre esto, el psicólogo ha afirmado que “hay un 15 % de niños con THD que es biológico, la mayoría son mecanismos de adaptación. Si tenemos un niño de años que está dando clases de inglés, que además hace piano y que tiene que sacar buenas notas, terminará con TDH. El juego es lo que los mamíferos usan para saber las reglas sociales. Si los niños no juegan, cuando lleguen a la adolescencia no sabrán relacionarse. Tenemos a padres de clase media y media alta con grandes puestos de responsabilidad pero con hijos destrozados porque que nunca han jugado”.

Manuel Hernández Pachecho es psicólogo y biólogo y autor de ‘¿Por que la gente a la que quiero me hace daño?’

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