'Crónicas perplejas': "Las cosas no son tan románticas como en nuestra imaginación"
Habla Antonio Agredano de una de las razones que nos mueven a hacer autostop

Habla Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' de hacer autostop
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Hay días en los que la vida, simplemente, se te cae encima. Y quieres salir de aquí. De las rutinas, de las obligaciones, de las llamadas de compromiso. Quieres romper. Quieres alejarte. Buscar la autopista. Levantar el dedo. Confiar en los desconocidos. Y dejar que el azar te lleve en un viejo Ford rumbo a cualquier parte.
Salir de nuestro laberinto interior. Bajar la ventanilla. Cerrar los ojos. El sol atravesando tus párpados. Canciones de amor en la radio. Una guitarra en acordes menores sonando lejana. Y ver cómo el pasado se aleja. La carretera parece mojada. Delante de nosotros, el horizonte y una nueva oportunidad. Una nueva ciudad. Una aventura de piel hacia dentro.
O algo así hemos soñado casi todos. Luego la vida es más simple. Nada de carreteras polvorientas, como mucho un avión, o un tren o un autobús, que nos aleje un fin de semana de nuestras miserias cotidianas. Las cosas no son tan románticas como en nuestra imaginación. Ni cruces de caminos, ni hoteles de carretera. Situaciones menos peliculeras: colas en el embarque, catenarias en reparación y un tipo que ronca y huele mal en el asiento de al lado.
Cambia el cómo, pero nunca el qué. Poco podemos hacer contra esa tentación de romper y buscar nuevos espacios, perdernos y desprendernos de las personas que no nos quieren bien y buscar consuelo en la incertidumbre.
Creo que el autostop es solo un símbolo de estas ganas de salir huyendo de algunos amores y de algunos trabajos. Como si levantar el pulgar fuera suficiente para aparcar las frustraciones, para abrir nuevas rutas. El coche es solo una metáfora de nuestras ganas de huir.
Así que, trabajo y pongo lavadoras y descongelo las pechugas de pollo y riego mis plantas y voy al gimnasio y soy amable con los vecinos… pero quién sabe… algún día, quizá me lance a las afueras, buscando a alguien que me lleve en su coche, lo más rápido posible, a ningún lugar.
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