‘Crónicas perplejas’: “No hay museo más extraño que el de nuestra propia vida”

Habla Antonio Agredano de los museos

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Describe Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' cómo es el museo que más le interesa

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

No hay museo más extraño que el de nuestra propia vida. Habitaciones oscuras, cuadros terribles, y en la siguiente sala, un jardín soleado y mucha luz. Bodegones delicados conviviendo con mesas vacías y ventanas cerradas. Si expusieran nuestra existencia, los visitantes encontrarían una secuencia desconcertante. La alegría conviviría con la tristeza y la tristeza con infantiles recuerdos y los recuerdos con colores vivos y esperanza.

Ojalá pudiera visitar el museo de mis padres, que entiendo enorme y lleno de pasillos, con algún cuadro grande y muchísimos cuadros pequeñitos, amontonados en paredes claras. Y así entender sus caminos. Qué hicieron y por qué. Qué colores llenaron sus vidas. Ojalá pudiera visitar el museo de mis hijos, que imagino con una única sala, enorme y diáfana, llena de dibujos infantiles, con trazos nerviosos y arcoíris imposibles.

Y ojalá pudiera visitar mi propio museo. Para saber qué me trajo hasta aquí. Qué recuerdos perduran sobre otros. Qué amigos extraño, qué amores se clavaron más profundamente, qué me queda por hacer. Recorrería esas galerías con prudencia y algo de miedo, sin saber qué voy a encontrarme. Como cuando muy joven visité el convento de San Marcos en Florencia y sin esperarlo me topé con el fresco de La Anunciación, de Fray Angélico. Recuerdo el vértigo de la belleza y de lo inesperado. Que se parece tanto al de la propia vida. Esos vaivenes, esas emociones que zigzaguean de día en día.

He visitado muchos museos. Pero ninguno me interesa tanto como el que expone sus cuadros de piel hacia dentro. Con sus rarezas, con sus inconsistencias y con sus sueños por cumplir. Sin colas, sin señores que te riñan por acercarte demasiado a los cuadros, sin un montón de turistas en chanclas paseando despistados por sus amplias estancias. Un museo de la vida. Vivir sí que es un arte.

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