Luis del Val: "Me impresiona la rápida puesta en marcha de la cámara móvil y la pasividad ante la crueldad"

El periodista ha analizado la reacción de los testigos ante el ataque de varias chicas a una compañera

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Luis del Val: "Me impresiona la rápida puesta en marcha de la cámara móvil y la pasividad ante la crueldad"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Comienzo a sospechar que cualquier día, en la concurrida calle de una ciudad española, un bruto con el cuchillo en la mano se enfrentará a otra persona, gritará algún insulto, y se abalanzará sobre la víctima. Y que todos los transeúntes reaccionarán con inusitada rapidez, con una gran celeridad ante la inminencia del ataque, es decir, sacarán sus móviles para poder grabar el más que probable asesinato y poder enviarlo a familiares, amigos y conocidos, por WhatsApp. 

¿En qué nos hemos equivocado para que el brote de violencia, surgido al lado nuestro, no estimule una reacción civilizada, en el intento de neutralizar el atropello, e incite a grabar la crueldad como si fuera un entretenimiento? ¿Qué nos ha pasado? Mejor dicho: ¿qué nos está sucediendo?

Me ha impresionado el ataque de esas chicas a una compañera. No por la acción en sí, no. Recuerdo mis tiempos escolares, y el insensato grito estimulante de “que se peguen, que se peguen”, porque siempre ha habido peleas, riñas y broncas que concluían con la llegada de un bedel, un profesor, o algún alumno de un curso superior que intentaba separar a los contendientes. Lo que me impresiona, lo que me produce una gran desazón, es  esa rápida puesta en marcha de la cámara del móvil, y la absoluta pasividad ante el aumento de la crueldad y la evidente disparidad de fuerzas, que te hacen temer que, en caso de haber llegado a las más fatales consecuencias, los grabadores de la criminal acción hubieran seguido imperturbables captando los detalles. 

Es difícil mirar a los ojos de esta nueva generación porque siempre tienen la mirada baja, clavada en la pantalla del móvil. Pero la vida no es un vídeo, la vida que duele y alegra, no es una sucesión de imágenes, sino ser protagonistas de lo que nos sucede, y sentir la gozosa alegría de superar un exámen, o la frustración de no aprobarlo; es notar el aleteo del primer amor y el latigazo de su pérdida, y la melancolía del recuerdo, y el esfuerzo de intentar un objetivo, y la satisfacción de lograrlo o admitir la derrota, y explicarte por qué, y levantarte, y volver a luchar, y comenzar a vivir con alguien que te quiere... y aprender a despedirte de los que te quisieron, porque se han ido para siempre. Eso es la vida. La vida es una película en la que tú eres el protagonista, a no ser que te quieras convertir en un observador, en un voyeur de las desgracias o de la felicidad de los demás. Recuerdo mi tonta obsesión, cuando tuve mi primera cámara de super 8. Hasta que un día me di cuenta de que las imágenes mejores son las que grabamos en lo más profundo del alma, las que nunca nos abandonarán, porque son las que merecen la pena y para eso hay que mirarlas con la cámara de nuestros ojos, sin ningún intermediario tecnológico. 

No, la vida no es un vídeo. Pero si preferimos no vivir y contemplar lo que sucede, y mirar la ferocidad y el ensañamiento como si se trataran de los artículos de un escaparate, entonces no solo no viviremos, sino que seremos un mero testigo y, encima, despreciable... por cobarde.  

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