Luis del Val: "No se puede ir a urgencias porque estornudas y te duele la cabeza"

Explica el profesor, sobre el repunte de casos de la gripe, que "casi la mitad de los mayores de 65 ha hecho caso omiso a la recomendación de vacunarse"

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Luis del Val: "No se puede ir a urgencias porque estornudas y te duele la cabeza"

Luis del Val

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Parece que, por fin, hoy, a estas horas, se reúnen los consejeros de Sanidad con la ministra, después de semana y media oyendo y escuchando que acudes a un hospital, y te puedes pasar nueve horas esperando a que te atiendan.

No sé si es que algunos consejeros estaban de vacaciones, o la que estaba de vacaciones era la ministra, pero mucha, mucha prisa, hay que reconocer que no se han dado.

Y no le voy a echar toda la culpa a la ministra y a los consejeros, porque los ciudadanos también tenemos la culpa.

No por ponernos enfermos tantos a la vez, sino porque casi la mitad de los mayores de sesenta y cinco años ha hecho caso omiso a la recomendación de vacunarse. Y, también, casi la mitad de los niños tampoco se ha vacunado; Igual, los padres creían que se trataba de una actividad extraescolar, como un partido de baloncesto, y que no era obligatoria. Bueno, pues como ha recordado Herrera esta mañana, desde el 1 de diciembre hasta el 21, los niños se han ido contagiando en la escuela, apenas sin síntomas, y les han transmitido la gripe a los componentes de su familia.

Y otro factor de nuestra responsabilidad: no se puede ir a urgencias, porque estornudas y te duele la cabeza, como me comentaba un médico, porque el que viene con un infarto puede que se muera en la camilla de la ambulancia.

Es decir, que si hubiéramos vacunado a los niños, nos hubiésemos vacunado los que ya no competimos en las olimpiadas, y no confundiéramos un catarro con una parada cardiovascular, añadiendo otro aspirante a ser atendido en urgencias, puede que no estuviéramos ante un problema de saturación.

Eso sí: entre el 26 y el 30, de diciembre, y entre el 2 y el 4 de enero, podían haber movido el culo nuestras autoridades sanitarias, y no estar contemplando el toro de la congestión desde la barrera de su despacho.

¡Ah! Y la ministra se habrá dado cuenta de que es más fácil protestar con una pancarta para decir que la Sanidad tiene problemas que arreglar los problemas. Y, también, que su odio a la sanidad privada se habrá mitigado, porque si los 8 millones, que se pagan sus medicinas y su atención en la privada, acudieran a la pública, los enfermos no estarían en los pasillos de los hospitales, sino que llenarían cientos de polideportivos cubiertos.