El día que ‘los fósforos’ dijeron “tierra, trágame”

Situaciones en las que todos, de una u otra manera, no hemos sabido salir de la vergüenza que pasamos

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El día que ‘los fósforos’ dijeron “tierra, trágame”

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Hay veces en los que es mejor callarse y simplemente ser un mero espectador de la situación que se vive. Pero, normalmente, eso no solemos hacerlo y nos metemos en situaciones comprometidas. Aquella situaciones en las que decimos “tierra, trágame”.

Y de eso, precisamente, nos hablan ‘los fósforos’ de ‘Herrera en COPE’ este viernes.

Jandrín recuerda que un día entró un señor muy arreglado a su tienda para cambiar la cuerda del reloj, y a él le sonaba mucho su cara. Así que cuando ya terminó la compra, Jandrín le preguntó por su mujer y su hermana no paraba de mirarle extrañada. Se trataba del obispo de León.

Segundo nos cuenta que cuando trabaja en Iberia estaba un día junto a unos compañeros despachando billetes a unos clientes. Como trabajaban en una oficina con cristalera, uno de sus compañeros se dio la vuelta y vio pasar a dos Testigos de Jehová, y empezó a decir: “estos nada más que quieren engañar a la gente, nada más que sacarles el dinero…”. Y cuando se dio la vuelta, se dio cuenta que estaba atendiendo al que fuera obispo de Málaga.

María es ortodoncista y como sabemos suelen hacer fotos a sus pacientes de la boca. Un día llegó una paciente con su marido porque quería saber qué tal iba. Al querer enseñarle la fotografía de su mujer, se lio con el ordenador y acabó enseñándole al marido una foto suya desnuda de cuando estaba embarazada.

Juanma recuerda el día que estaba en el entierro del padre de un amigo y que en un momento en el que estaban llorando recordando al padre, se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar un pañuelo, pero lo que sacó fue un tanga de su mujer.

El sobrino de Sole se acababa de sacar el carné de conducir, y un día que volvía a casa con un amigo había un control policial. El policía levantó la mano para que parara, pero el sobrino de Sole se despidió del policía y siguió con su camino.

Sara recuerda que cuando estaba estudiando Derecho iba a casa de una amiga a recoger los apuntes. Un día, le abrió la puerta una señora con una bata, el plumero en mano, con un aspecto desaliñado. Cuando subió a la habitación de su amiga, ésta le pregunto que quién le había abierto la puerta, a lo que Sara contestó que había sido la sirviente. Y su amiga, sorprendida, le dijo que no tenían sirviente y que era su madre.

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