Luis del Val: "Los Ángeles parece organizada para fiestas familiares alrededor de una barbacoa a la que los amigos acuden en coche"

Me es difícil admitir que solo el viento y un incendio fortuito sea capaz de desarrollar una catástrofe de fuego de las proporciones que podemos contemplar en la pantalla. 

En realidad, Los Ángeles es una ciudad que no se parece en nada al concepto de ciudad europea. Un casco antiguo, unos bulevares que antes fueron carreteras que bordeaban la ciudad y un conglomerado de edificios de gran altura a medida que iba creciendo. Nada de eso. En realidad, ni siquiera lo que llaman el downtown se distingue. Y además, la inmensa mayoría de los angelinos viven en urbanizaciones unifamiliares. Nada de adosados, ni mucho menos adosados, sino chalets sobre superficies de 2.000 a 5.000 m2 como mínimo.

Es cierto que se emplea mucho la madera, pero también el cemento, la pizarra y hasta el ladrillo. Si Nueva York es la ciudad ideal para solteros, Los Ángeles parece organizada para fiestas familiares alrededor de una barbacoa a la que los amigos acuden en coche porque en cuanto salen a la calle tienen que sacar uno de los automóviles del garaje. Quiero decir que la propagación masiva de un incendio es difícil por la separación entre las casas, mientras que es de una rapidez inusitada en un rascacielos.

Por no andar con ambigüedades, tengo la sospecha de que este incendio puede que no haya sido casual y aumenta esa sospecha que se haya producido en las zonas donde tienen su sede los actores más famosos que son precisamente las zonas donde las casas están asentadas sobre jardines más extensos y con mayor separación unas de otras. Pido excusas de antemano por pensar de una manera que puede parecer maliciosa, pero a partir de una determinada edad se siente una inevitable tendencia a sospechar de las casualidades y a buscar las causalidades.