Luis del Val: "Lo que sucede es que la lucha criminal contra el corrupto convierte en corruptos y criminales a los vengadores"
El maestro, Luis del Val, reflexiona en La Linterna sobre el crimen sucedido hace unos días en Estados Unidos
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Diría que más que la admiración hacia el asesino, lo que ha surgido es una admiración hacia la venganza. El asesino que mata a una anciana para robarle una cantidad de dinero ridícula, o la esposa que envenena con el arsénico del matarratas a su marido para librarse de él, suscitan la curiosidad que siempre proyecta la muerte violenta, pero no levantan admiración. El asesino que mata por venganza, en cambio, posee esa aureola de confusa justicia, donde la víctima resulta que también ha causado daño a otras víctimas.
La justicia civilizada, la que nos hemos dado en las sociedades modernas, lo que pretende es reparar el daño que ha recibido la víctima. La venganza, sin embargo, hunde sus raíces en lo que antes aludía hace poco la psicóloga, en el ojo por ojo y diente por diente, que ya aparecía en el código de Han Murabi hace casi 4.000 años. Y tampoco es ojo por ojo, porque castigar sin juicio previo y que el castigo sea la muerte es una de esas barbaridades que no tienen ninguna justificación ni ética, ni moral, ni filosófica.
Además de la venganza, hay una frustración social por las injusticias sin castigo, políticos que mienten, gobernantes que roban, poderosos que aplastan, empresarios que estafan. La mafia, por ejemplo, no nace con vocación de formar un grupo criminal, sino que es una reacción ante el abuso de un sistema feudal que ahogaba impuestos a los campesinos de Sicilia, les extorsionaba y trataba a sus esposas e hijas como si fueran propiedad de los aristócratas sin recibir ningún castigo.
Lo que sucede es que la lucha criminal contra el corrupto convierte en corruptos y criminales a los vengadores. La admiración hacia el asesino vengador es el termómetro de una sociedad tan enfadada como frustrada y esa es la cuna de los populismos y extremismos que arrastran hacia las dictaduras de derechas o las comunistas. No hay efecto sin causa. Ya lo decía un tal Voltaire.