Mientras seguimos con cómo nos repartimos este carajal de la España de las autonomías, ayuntamientos, cabildos, diputaciones, parlamentos, parlaments, y Gobierno Central, mientras nos entretenemos con pre pactos, pactos, post pactos, dimes y diretes, mentiras como castillos y eufemismos como lo de progresistas y reformistas. Mientras todo eso, en Venezuela sigue pasando cosas. Sigue muriendo gente de hambre como las ratas, y siguen huyendo a millares buscando asilo, refugio, comida o medicinas.
Me voy detener unos minutos en la necesidad imperiosa, vital de necesidad, de ayudar a esa gente. A millones de venezolanos que se desparraman por el resto de América y, los más afortunados, por España. Toca pararse en el asilo, acogida o en la ayuda humanitaria. Porque no es política, es sencillamente subsistencia desesperada. Hace tres meses pudimos estar con ellos. Vivir en directo la crisis de los caminantes, entre Cúcuta y Pamplona, camino de Bogotá. Nunca olvidaré sus pies, su hambre y la necesidad de beber cualquier gaseosa.
En su primera visita a Ecuador, la alta comisionada adjunta de la ONU para los refugiados (Acnur), Kelly Clements, advirtió de que la mayoría de los venezolanos en situación de movilidad por la región, requiere de "protección internacional". Es impresionante. Ya se establecen hasta categorías en función de la propia miseria de quienes buscan ayuda. Desde el punto de vista de la agencia de refugiados de la ONU, la mayoría de los venezolanos requiere de alguna forma de protección internacional. De acuerdo a los datos que baraja Acnur, casi 4 millones de venezolanos abandonaron el país desde 2015, de los que más de tres millones se quedaron en Latinoamérica.
En concreto, Ecuador registra 1,5 millones de llegadas en los últimos cuatro años. La alta funcionaria de la ONU resaltó que la asistencia que requieren los integrantes de este éxodo va más allá de la comida, salud y otros servicios básicos. También necesitan documentación, seguridad y protección. Naciones Unidas ha vuelto a alertar sobre la infinita crisis de los caminantes, y apunta a una "tendencia creciente" en los últimos meses y por el viaje que realizan por el continente mujeres con niños y grupos que buscan reagruparse con un familiar, que ha logrado ahorrar el suficiente dinero para poder traer a la familia. Mujeres, niños, ancianos, discapacitados a pie, descalzos, sin nada y a millones que llegan a países que, seamos sinceros, tampoco están para tirar cohetes.
Y es que al drama se le une la delincuencia organizada, las redes de trata, el tráfico de personas o la prostitución. Por todo ello debemos quedarnos con la clave de la acogida humanitaria. Porque insisto, no es política. Es salvar vidas de millones de venezolanos desde una hemodiálisis hasta unos medicamentos para la tensión. Desde un rescate de una mafia de prostitución hasta un empleo. Ecuador, Colombia, Brasil, España. Un diez por ciento de la población de Venezuela ha logrado huir. ¿Cuántos quedan allí desesperados, convencidos de una muerte segura, poco a poco morir de hambre, de una infección o de un tiro?
Apenas hablamos de ello, pero la situación es absolutamente desesperada. Se están muriendo en silencio, caminando, descalzos. La ONU alerta: “la situación se ha tornado mucho más difícil en los últimos meses. Muchos no han podido sustentar a sus familias por más tiempo ni cubrir necesidades de salud, electricidad o comida.” Urge. Ya es tarde. Acogida humanitaria en América o aquí en España para millones y millones de venezolanos, porque no es política. Los Maduro, Diosdado Cabello, los rusos o los Pablo Iglesias de turno van a su tran - tran, inexorables hacia el precipicio de toda Venezuela. De lo que se trata es de ayudarles a seguir vivos.