De Haro: "Muchos políticos hablan en nombre del bien común, pero invitan a una desconfianza generalizada"

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Anoche, cuando por fin, cuando Alcaraz pudo incorporarse a la cena de gala en Wimbledon, después de haberse convertido en el gran héroe, habló de volver a ser un chico normal de un pueblo de Murcia. Dicen que Alcaraz es osado, que no tiene filtros, que su victoria ha sido posible a su audacia, a no ser un cenizo, a su optimismo. El de ayer fue un domingo de calor y un domingo en el que media España estuvo pendiente durante cuatro horas de la radio y delas pantallas. El tenis nos devolvió el optimismo y una sensación, quizás simple, de ir todos en el mismo barco, de una España sin bloques, sin trincheras. Simple pero real. Recta final de la campaña.

¿Por qué hay tanta diferencia entre el tenis y la política?

La política española “hace casi imposible la conversación cívica, el entendimiento de los argumentos”. Muchos políticos se dedican a promover la división y debilitar. Hablan en nombre del bien común. Pero invitan, casi sin darse cuenta, a una desconfianza generalizada y a dividir el mundo entre amigos y enemigos. Ellos mismos se convierten en víctimas de esa desconfianza. El lenguaje que utilizan es voluntarista (se puede sí o sí) Parece que basta proclamarse comprometido con el bien del país para que ese compromiso sea cierto.

En realidad, los españoles no se conciben como parte de un bloque cerrado y limitado. La tarde del domingo de ayer se parece más a la realidad que muchos discursos políticos. Hay un divorcio entre el discurso y la vida. En realidad, todos estamos en el mismo barco, buscando trabajo estable, oportunidad de negocio, buena educación para nuestros hijos, sostenibilidad para el Estado del Bienestar, igualdad, justicia, calidad institucional.

A estas alturas ya sabemos que no se trata de encontrar un proyecto alternativo que resuelva todos los problemas o que nos ahorre las fatigas de ser ciudadanos de un tiempo marcado por la incertidumbre. Andamos todos buscando motivos para la esperanza. Y eso, en la inmensa mayoría de los casos, genera una amistad social en el mundo de la vida. Las últimas crisis nos han hecho menos arrogantes, menos interesados en precisar quién lleva razón, más necesitados de encontrar el modo de vivir con dignidad y sin miedo.

No falta la experiencia de amistad social y de un bien común que va más allá que la suma de las partes. Falta una razón social que evite los (justos y buenos) principios abstractos y se someta a lo que ya hay. No siempre lo peor es cierto.

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