El calvario de Cristina, española en Estados Unidos, al descubrir que su hijo era adicto al fentanilo: los síntomas que le alertaron

Ella pasaba por 'La Tarde' y le explicaba a Pilar García Muñiz el sufrimiento que han tenido al encontrar muerto a su hijo, de 28 años, tras una trayectoria de adicción

Los estragos del fentanilo
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Ana Rumí

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Movimientos lentos, como adormilados, y vagando de un lado para otro sin saber a dónde van. Son algunos de los síntomas palpables de los adictos por fentanilo que se ven, fundamentalmente, por las calles de Estados Unidos.

Y es que en el país la adicción a este opioide es más que preocupante. Por ponerte en contexto, este mismo año, las autoridades de Portland tuvieron que declarar el estado de emergencia durante 90 días como medida extrema para frenar el uso indiscriminado de esta droga.

Tanto es así que el Departamento de Seguridad Nacional del país onsidera que, en tan solo un año, el consumo de fentanilo será la principal amenanza en Estados Unidos, por encima del terrorismo. Pero, ¿por qué? Pues entre otras cosas porque, a día de hoy, se calcula que las sobredosis de fentanilo se lleva a 200 personas al día, suponiendo dos tercios de las muertes por sobredosis que ocurren en todo el país.

Una auténtica barbaridad por la que ya están intentando tomar medidas, como, por ejemplo, que en las principales ciudades ya se han implantado máquinas expendedoras que administran aerosoles, test de drogas y otros kits para evitar los efectos letales de la sobredosis.

Los datos, obviamente, son los que son, pero no ponen nombre ni apellidos a un drama que aniquila familias. Familias como la de Cristina Rabadán, una mujer española que lleva viviendo en Estados Unidos media vida.

Durante 25 años, ha trabajado en el país, incluso a veces en el Departamento de Salud Federal, ya que es farmacéutica. Ella sabe, y no solo por su profesión, de primera mano los estragos del fentanilo.

La adicción de su hijo, algo que no vieron venir

Jonathan tenía 28 años cuando murió a causa del fentanilo. Su vida parecía aparentemente normal, tenía todo lo que cualquier persona pudiera desear. “Éramos muy ignorantes a lo largo de su trayectoria con la adicción. Era un chico muy familiar, afable, tenía una novia, iba a la uni...Había cambios de comportamiento pero era adolescente. Fue muy duro estar en la ignorancia” cuenta su madre. 

Sin embargo, una querencia por esos ciertos medicamentos que tienen fentanilo, le llevó a ser un adicto a este tipo de sustancias. Lo peor del fentanilo que se comercia de forma ilegal en el país, es que se adultera con otras drogas como heroína o cocaína, creando un cóctel mortal.

“Se le fue desarrollando a lo largo de una década originado por un fracaso escolar y un pequeño problema de ansiedad no diagnosticado. Todo se agravó porque había una gran disponibilidad de opioides, que se dispensaban con muchísima ligereza porque el medicamento decía que no creaba adicción” explicaba su madre.

El desenlace fue mortal, y un día de junio, lo encontraron muerto. “Fue un golpe, estaba muy ilusionado, y cuando recibimos la llamada de su compañía diciendo que no había ido al trabajo, nos acercamos a su casa viendo qué pasaba. Cuando abrimos la puerta de su habitación le encontramos muerto” expresaba.

La necesidad de continuar con su legado para evitar más muertes

Cristina sonríe cada vez que nombra a su hijo porque, a pesar de que se fue hace cinco años, su recuerdo está más vivo que nunca. 

“Era una persona muy especial, fue una víctima de una enfermedad muy estigmatizada, de un experimento natural a través de una prescripción. Se abrió una ventana de oportunidad para los narcotraficantes. Merece ser nombrada y tener un legado” explicaba.

Y es que quiere mostrar al mundo los efectos del fentanilo, y ayudar a quiénes, en su casa, tienen a alguien que puede sufrirlos. Es fundamental, como explicaba, identificarlos.

“Intentamos ayudarle pero se negó porque no se identificaba con estas personas de la calle, era el autoestigma que él tenía” decía Cristina.

“Es un opioide muy potente. El problema es que si la dosis es más de lo que uno puede tolerar, relaja los músculos, los pulmones, y si no se le para es que la relajación pulmonar es tal que la respiración se para y entra en parada respiratoria” explicaba.

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