La foto de Fernando de Haro: "Los cohetes que van a estrellarse no se retrasan"
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Foto de un cohete. Foto de un cohete que se eleva en un cielo que parece de arena, un cielo con un color de presagio incierto, con el color de esos desiertos a los que nos les importa ni poco ni mucho la felicidad humana. Un grupo de vecinos se ha sentado en sus sillas de playa a ver como asciende, entre nubes amarillas, el delgado y blanco supositorio estelar. Los vecinos han hecho noche delante de una gran charca azul. Tan pronto como han aparecido las primeras luces por el este se han desperezado, se han lavado la cara y se han sentado a esperar. Los vecinos ven desde lejos el cohete, no les dejan acercarse más allá de la charca. Hasta hace unos segundos un andamiaje muy historiado sostenía el cañuto de pie. Durante la espera el tiempo se iba estirando, se iba haciendo perezoso porque no quería traer la hora programada, la hora en la que iban a prender fuego al gran petardo. El tiempo hacía avanzar los minutos con pereza, dejando que se demoraran entre la charla de las ranas y la oscilación de los juncos. Parecía que no iba a llegar nunca la cuenta atrás. Y después cuando ha empezado se les ha antojado a los vecinos la cuenta atrás más lenta de la historia. Uno de los niños reunidos para ver el lanzamiento intentaba no pensar y no desear que llegara el momento decisivo para que así llegara antes. Pero no ha conseguido su propósito. El niño no ha conseguido quitarse de encima la impaciencia. El tiempo que se ha enterado de que quería engañarle y ha ido aún más despacio. No se puede nunca engañar al tiempo. Los cohetes que van a estrellarse no se retrasan. Los cohetes que van a llegar hasta las estrellas no se adelantan.