¡Ya basta!, mi querido Myanmar
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¡Ya basta!, mi querido Myanmar
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Si digo “Myanmar”, algunos pensarán en lugar exótico de Oriente con bellos paisajes, y otros ni siquiera lo ubicarán en el mapa. Quizás unos pocos recuerden que se trata de la antigua Birmania, y que el pasado febrero el ejército dio un golpe de Estado para impedir que la democracia se consolidara, tras la arrolladora victoria de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Ky.
En medio de la represión, que ha causado ya 1.300 muertos y 10.000 encarcelados, llama la atención el protagonismo de los católicos en un país en el que apenas suman 659.000 personas, el 1,27% de la población. Su vida nunca ha sido fácil desde que llegaron los primeros misioneros en el siglo XVII, pero muchos laicos, sacerdotes y religiosas, han participado en la protesta cívica contra el golpe militar. Las parroquias se han convertido en lugares de refugio, los centros sanitarios gestionados por religiosas se han mantenido abiertos y las diócesis organizan la ayuda para los desplazados que buscan refugio en la selva.
Ante la próxima Navidad el cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, se ha dirigido a la nación con estas palabras: “ya basta, mi querido Myanmar… nunca aceptaremos la injusticia y el sufrimiento de los inocentes”. También se muestra preocupado por los jóvenes, que sienten la tentación de buscar venganza. “La victoria no se alcanza empuñando las armas, les ha dicho el cardenal, sino empuñando la verdad y el amor”. Sorprende la límpida valentía de este pastor de la pequeña grey cristiana, que se atreve a clamar: “que los encarcelados puedan volver a casa; que los que se ocultan puedan caminar libremente, que las familias rotas se unan y todas las armas callen… La fuerza del amor es más grande, ese es el mensaje de Jesús que viene”. Navidad, también para Myanmar.