Cada historia de santidad es un milagro

Hola Pilar. En España, la noticia de un nuevo santo oriundo de nuestra tierra apenas nos conmueve, ni siquiera a los católicos. Se nos han regalado tantos, a lo largo de la historia, que ya no somos conscientes del milagro que es cada historia de santidad. No sucede lo mismo en Pakistán, cuya pequeña y heroica comunidad católica celebra estos días que el joven Akash Bashir ha sido proclamado “siervo de Dios”, el primer paso de la que podría ser la primera beatificación de un pakistaní en la historia.

Akash estudiaba en el Instituto Técnico Don Bosco de Lahore y participaba en los grupos juveniles de la parroquia de San Juan, donde se ofreció como voluntario para vigilar la puerta de la iglesia los domingos, ante el riesgo de atentados terroristas. El 15 de marzo de 2015 este joven sospechó de la actitud de un hombre y se percató de que era un terrorista que pretendía hacerse explotar en el interior de la iglesia, llena de personas que habían asistido a misa. Entonces se abalanzó sobre el suicida al grito de “moriré, pero no te dejaré entrar en la iglesia”. Efectivamente, Akash resultó muerto, y con su acto de auténtica caridad salvó la vida a decenas de personas.

Los católicos pakistaníes, curtidos en el testimonio cotidiano en uno de los contextos más duros que podemos imaginar para vivir hoy la fe, no pueden sentir indiferencia ante esta noticia. Para ellos Akash Bashir no es un nombre más dentro de una larga lista: es como una joya que brilla en medio del barro. Y lo que brilla es el poder de Dios, manifestado a través de su humanidad disponible a entregarse por sus hermanos. Deberíamos preguntarnos por la génesis de esta santidad: por la educación que recibió, por la comunidad en la que creció, por los testigos que le acompañaron… Y deberíamos, quizás, aprender de los católicos de aquel país y de tantos otros lugares, que la fe es el tesoro más grande de la vida, por el que merece la pena arriesgarlo todo.