La charlatanería que mata
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La charlatanería que mata
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En la rueda de prensa de regreso de su viaje a Grecia, el Papa se ha referido al caso del arzobispo de París, Michel Aupetit, a quien le ha aceptado su renuncia, presentada ante la polvareda suscitada por la publicación en un periódico de una relación “ambigua”, mantenida años atrás con una mujer. Aupetit sostiene que no mantuvo ninguna relación sexual con esa mujer, aunque reconoce que no supo resolver bien aquella situación. Ha puesto su cargo a disposición del Papa porque comprende que su figura se ha visto desacreditada y puede ser causa de división en la diócesis.
Francisco devolvió la pregunta los periodistas: “¿quién lo ha condenado?” Y él mismo dio la respuesta: “la opinión pública, la charlatanería...” El Papa explicó que monseñor Aupetit “es un pecador, como lo soy yo… como ha sido Pedro, el obispo sobre el que Jesucristo ha fundado la Iglesia”. Y en este punto introdujo una reflexión importante: en una Iglesia humilde, acostumbrada a sentirse pecadora, sería normal aceptar que el obispo es también un pecador. Y añadió el Papa que se ve que nuestra Iglesia hoy, no está acostumbrada a tener un obispo pecador… cuando resulta que todos lo somos. Por desgracia, cuando la charlatanería crece y crece, y le quita la fama a una persona, ésta ya no está en condiciones de gobernar, no por su pecado, que lo es como el de cualquiera, sino por ese parloteo que Francisco ha denunciado tantas veces como criminal. Así que, como el mismo Papa ha reconocido, ha aceptado la renuncia del arzobispo, “no en el altar de la verdad, sino en el altar de la hipocresía”. Empezando por la de aquellos que han lanzado una operación para “cazar” a un arzobispo que les resultaba incómodo.