Qué lejos ha llegado

José Luis Restán reflexiona sobre la fiesta del Sagrado Corazón que hemos celebrado este mes de junio

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Qué lejos ha llegado

José Luis Restán

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Le han preguntado en una entrevista al arzobispo electo de Madrid, José Cobo, si para él junio es el mes del orgullo o del Sagrado Corazón. Y ha respondido con firmeza y sagacidad que “es el mes del Sagrado Corazón, porque orgullos hay muchos, pero Sagrado Corazón solo uno”. Lo he recordado al toparme con una impactante oración: “Sagrado Corazón de Jesús, que has sufrido la agonía de la muerte, ten piedad de los moribundos”. Esta plegaria nos indica lo lejos que ha estado dispuesto Dios a llegar para salvar a los que estábamos perdidos: hasta mirar a la muerte cara a cara, en la humanidad de Jesucristo. Podríamos decir que, desde entonces, la compasión de Dios hacia los hombres se basa en la experiencia, porque Jesús ha calibrado en su carne lo frágil y dolorosa que puede ser una vida humana.

Es una gran consolación, y también una intensa luz para nuestra razón, saber que ninguna oscuridad y ningún pecado son ajenos al Corazón de Jesús, porque el cáliz que bebió hasta las heces es nuestro propio cáliz. Con la diferencia esencial de que Jesús nunca se apartó de la verdad y de la misericordia del Padre por desesperación o por orgullo, como sí nos sucede a nosotros. Así que podemos volvernos hacia Él con absoluta confianza, sin vergüenza y sin necesidad de tener que explicar demasiado cómo están nuestras cosas.

Leyendo la homilía del obispo Erik Varden sobre la fiesta del Sagrado Corazón me doy cuanta de otro aspecto abismal: Jesús se deja tocar por nuestras opciones, de modo que puede ser herido por nuestro mal. Pero aún más misterioso es que también puede ser consolado por nosotros. Lo cual es otro signo del amor ilimitado de Dios: “¡pensar que el Creador todopoderoso del cielo y de la tierra ha querido dejarse consolar por nosotros!”. De esto, en cierto modo, también podríamos sentir orgullo, aunque en seguida nos damos cuenta de que, más bien, es motivo de profunda humildad. Algo que hoy no tiene buena prensa.

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