Un psicólogo avisa de la nueva adicción que amenaza a los adolescentes por consumir porno: "Hasta una hora"
Sabemos que entre los 9 y los 11 años es el primer contacto, de hecho uno de cada 10 adolescentes lo hace antes de los 8 años, con todos los problemas que conlleva

Carlos Moreno 'El Pulpo' entrevista al sexólogo Alejandro Villena, director del proyecto Piénsatelo Psicología, que está detrás del estudio 'Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en adolescentes: retos y oportunidades'
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El consumo de pornografía entre adolescentes se ha convertido en una preocupación creciente y alarmante. Así lo advierte el sexólogo y psicólogo Alejandro Villena, director del proyecto Piénsatelo Psicología, quien ha liderado el estudio Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en adolescentes: retos y oportunidades. En una reciente entrevista con Carlos Moreno 'El Pulpo' en Poniendo las Calles de la Cadena COPE, Villena ha alertado sobre las graves consecuencias de esta adicción silenciosa que, lejos de ser un tema menor, está dejando huella profunda en las nuevas generaciones.
Según los datos del estudio, el primer contacto de los menores con la pornografía suele ocurrir entre los 9 y los 11 años, lo que ya supone una edad extremadamente temprana. Sin embargo, hay un dato aún más alarmante: uno de cada diez adolescentes accede a este contenido antes de los 8 años. "Son niños que todavía creen en el Ratoncito Pérez y ya están expuestos a contenido pornográfico denigrante y humillante", lamenta Villena, subrayando la gravedad de que infantes que apenas están formando su visión del mundo se enfrenten a imágenes y vídeos que distorsionan completamente la realidad de las relaciones humanas.
El acceso, generalmente, se produce a través del teléfono móvil. El estudio revela que el 91% de los adolescentes utiliza su smartphone para consumir pornografía, aunque las redes sociales y las consolas de videojuegos también funcionan como puertas de entrada. Estas plataformas ofrecen un acceso casi ilimitado a este tipo de contenido sin supervisión adulta, lo que agrava el problema y dificulta a los padres y educadores controlar lo que ven los menores.

Una persona usa su ordenador para consumir pornografía
El psicólogo también ha señalado un fenómeno preocupante conocido como binge watching o "atracones de pornografía", una conducta adictiva que ha ido en aumento en los últimos años. Aunque la media de visionado suele estar entre los 3 y 10 minutos por sesión, hay adolescentes que pueden pasar hasta una hora consumiendo este tipo de contenido de forma compulsiva, repitiendo sesiones a lo largo del día.
Consecuencias graves para el desarrollo
El impacto no es solo psicológico. Villena explica que el cerebro adolescente, aún en proceso de desarrollo, sufre alteraciones importantes. La pornografía deteriora la corteza prefrontal, la región del cerebro responsable de las funciones ejecutivas, como la toma de decisiones, el control de impulsos y la capacidad de posponer gratificaciones. La exposición continuada a este tipo de estímulos extremos provoca que los adolescentes tengan mayores dificultades para gestionar sus emociones, concentrarse en sus estudios o establecer límites saludables en su día a día.
El estudio pone de relieve cómo esta adicción afecta a los adolescentes en varias áreas fundamentales, cada una interconectada y con consecuencias a largo plazo. A nivel biológico, altera las conexiones cerebrales, afectando la capacidad de razonamiento lógico y la gestión emocional. Psicológicamente, incrementa la ansiedad, fomenta la aparición de cuadros depresivos y genera problemas graves de autoestima y bienestar emocional. En el ámbito social, provoca aislamiento progresivo, pérdida de amistades, conflictos familiares y una visión distorsionada de las relaciones interpersonales. Por último, a nivel sexual, refuerza estereotipos dañinos, crea expectativas irreales sobre las relaciones íntimas y, lo más preocupante, normaliza la violencia sexual.
Villena recalca que estas consecuencias no solo afectan a los adolescentes en su presente, sino que condicionan profundamente sus relaciones futuras, su visión del amor y su capacidad para construir vínculos sanos y duraderos. La incapacidad para diferenciar entre la realidad y las ficciones que ofrece el porno puede llevar a muchos jóvenes a establecer patrones de conducta tóxicos y perjudiciales.

Dos niños pequeños, sorprendidos y asombrados por algo que han visto en una tableta iPad en una habitación oscura.
Ante este panorama inquietante, Villena subraya la importancia de la educación digital y afectiva como herramientas clave para combatir este problema desde sus raíces. Una de las primeras medidas es retrasar el acceso de los niños a los teléfonos móviles, evitando que los utilicen antes de los 12 años. Además, es fundamental establecer controles parentales eficaces y acuerdos tecnológicos dentro del hogar para supervisar el uso de internet.
¿Cómo proteger a los adolescentes?
El diálogo abierto sobre la sexualidad también resulta esencial. Hablar con claridad y sin tabúes permite que los adolescentes entiendan la diferencia entre la realidad y las ficciones que ven online, fomentando así un pensamiento crítico frente a los mensajes distorsionados que reciben. Por otro lado, promover la educación emocional y afectiva en los colegios fortalece la autoestima, desarrolla habilidades sociales y les ayuda a construir relaciones basadas en el respeto mutuo y la empatía.
El experto recuerda que, aunque la industria pornográfica sigue sin una regulación clara que limite su acceso a menores, las familias y los colegios pueden jugar un papel crucial en la prevención. No se trata de encerrar a los adolescentes en una burbuja, sino de brindarles las herramientas necesarias para que puedan tomar decisiones conscientes y responsables. Enseñarles a decir que no, a cuestionar lo que ven y a valorar las relaciones sanas es un paso fundamental para proteger su desarrollo.