DISTRITO COPE

La misteriosa desaparición de Richey James Edwards, guitarrista de Manic Street Preachers

El músico de la banda de Gales desapareció de forma repentina el 1 de febrero de 1995. Nada se sabe de él desde entonces

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La misteriosa desaparición de Richey James Edwards, guitarrista de Manic Street Preachers

Juan Andrés Rubert

Publicado el - Actualizado

10 min lectura

La historia de esta edición viene cargadita de misterio y emoción. Es la historia de una desaparición, que ha dado para numerosas teorías más propias de series de detectives que necrológicas asociadas a estrellas del rock. Sucedió el 1 de febrero de 1995. Y el protagonista se llama Richey James Edwards. ¿Suicidio, accidente, asesinato? Quizá así de primeras no te suene mucho el nombre, pero fue el líder de una banda clave de los años 90. Así que te invito a que viajes conmigo en esta cápsula del tiempo para descubrir esta historia y cómo no, para escuchar y disfrutar su música. Te hablo de los Manic Street Preachers.

A lo largo de su extensa carrera, que abarca ya treinta y tres años, los Manic Street Preachers han sido dos grupos distintos. El primero de ellos se formó en 1986 en Blackwood, una villa del sur de Gales. Una villa proletaria, pegada a los movimientos de la lucha obrera y en cuyas calles se respiraba un ambiente de rebeldía y oposición a la sociedad de clases. Y eso llegó hasta los años ochenta y colisionando de lleno con el modelo político de Margaret Thatcher. Y Richey James Edwards, protagonista de esta historia, vivió toda esa situación. La situación en esta villa, que por aquellos años entonces rondaba los quince mil habitantes y cuya tasa de paro se disparó en los primeros años de Tatcher, se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para las nuevas bandas de punk antisistema que comenzaban a germinar entre la juventud.

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Fue así como cuatro alumnos de instituto: James Dean Bradfield, Nicky Wire, Sean Moore y Miles Woodward, formaron el grupo Manic Street Preachers. Sus temas destacaban tanto por su sonido crudo y estridente como por el contenido político de sus letras. El carácter era principalmente de carácter anticapitalista y anticonsumista. Woodward, quizá el más radical de los cuatro, abandonó la formación apenas dos años más tarde, y acusó a sus compañeros de haberse alejado de sus raíces. Sin embargo, la estética postpunk del grupo, muy del estilo de Siouxsie and the Banshees y The Cure, el carácter agresivo de sus directos y sus continuas provocaciones no tardaron en llamar la atención de los medios.

Tras la publicación en 1989 de su primer single, y poco antes de salir a la venta el New Art Riot en 1990, se incorporó a la banda Edwards. Curiosamente, el grupo giró con él hacia un sonido ligeramente más suave. Sin embargo, la politización de sus letras y sus comentarios polémicos —sobre todo atacando a otros grupos— fueron en aumento. También aseguraron que publicarían el mejor álbum de rock de la historia, venderían dieciséis millones de copias, harían una gira mundial, llenarían Wembley tres noches seguidas y entonces se separarían. Ese disco salió al mercado en 1992 bajo el título de Generation Terrorists y, aunque las cosas no les fueron nada mal con él, los acontecimientos nunca se desarrollaron según lo previsto.

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Entre los Manics del punk rock y los Manics del pop, se encontraba un suceso clave para la historia del grupo y sus integrantes: la desaparición en extrañas circunstancias de su guitarrista, Richey James Edwards. En verdad, Richey era el verdadero espíritu de los primeros Manics. En 'The Holy Bible', el tercer disco de estudio, tres cuartas partes de las letras de las canciones eran de su cosecha. Incluso en el 'Everything Must Go', el primer disco que el grupo publicó tras su desaparición, había cinco canciones escritas de su puño y letra. Tal vez porque la banda, ahora reducida a trío, se negaba en rotundo a creer que no iba a volver. De hecho, en el primer concierto que ofrecieron sin él, dejaron su micrófono en el escenario, por si se le ocurría aparecer en algún momento. Y durante años, sus compañeros guardaron una cuarta parte de los royalties durante años, convencidos de que algún día regresaría.

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Edwards era la personificación del carácter genuino y loco de los primeros Manics. Uno de los momentos más salvajes tuvo lugar en el año 1991. Tras un concierto, un periodista de la revista musical NME cuestionó la autenticidad del grupo. Llegó a sugerir que la imagen de su banda no era más que una pose diseñada como reclamo publicitario. Al oír eso, Richey sacó entonces una cuchilla de afeitar y se hizo varios cortes en el brazo, grabándose la expresión «4 real» (de verdad). Acto seguido, le preguntó a su entrevistador si aquello le parecía lo bastante auténtico. Tuvieron que llevárselo al hospital y le dieron diecisiete puntos de sutura.

No era una experiencia nueva para él, de todas formas. Él solía sufrir episodios fuertes de depresión, llegó a estar ingresado en un hospital psiquiátrico y tendía a automutilarse, a lo Sid Vicious. En una entrevista llegó a decir: «Cuando me corto, me siento mucho mejor. Todas las cosas que podrían haber estado molestándome parecen muy triviales de repente porque estoy concentrándome en el dolor. No soy una persona capaz de gritar y chillar, así que esta es mi única válvula de escape. Todo está hecho de forma lógica».

Al año siguiente desaparece de la faz de la tierra. El 1 de febrero de 1995 tenía que reunirse con el cantante del grupo, Bradfield, para volar juntos a Estados Unidos para empezar la gira promocional de The Holy Bible. Pero nunca apareció. Dejó el hotel London Embassy sobre las siete de la mañana, cogió su coche y se marcha hasta su casa en Cardiff. Según un artículo publicado en el diario The Independent, el 20 de enero de 1996, la noche anterior a su desaparición, Edwards le regaló a una amiga suya un libro llamado 'Novela con cocaína'. Hablamos de una obra que está atribuida al escritor ruso Mark Aguéyev. Siguiendo ese mismo artículo, le pidió que leyese la introducción. En dicho inicio, se describe al propio autor en un hospital psiquiátrico poco antes de esfumarse. Parecidos semejantes, ¿no? Las investigaciones revelaron que, durante las dos semanas previas, Edwards había estado retirando de su cuenta bancaria doscientas libras diarias hasta acumular un total de dos mil ochocientas libras.

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Esa mañana dejó en el hotel su bolsa de aseo y su maleta preparada. Se llevó su cartera, las llaves del coche, su pasaporte y unas cuantas pastillas antidepresivas. Durante los días siguientes fue visto, según este relato, en la oficina de pasaportes de la ciudad Newport, a unos quince minutos de Cardiff. También en la estación de autobuses de ese mismo municipio, lo que sugería que Edwards pudo haber abandonado Gales. Sin embargo, un taxista asegura haberlo recogido el 7 de febrero en el hotel Kings de Newport y haber conducido a través del sur del país según el rumbo indicado por su pasajero, que hablaba con un marcado acento galés. Por lo visto, Edwards le preguntó al conductor si le importaba que fuese tumbado en el asiento de atrás. Después, le indicó que condujese hasta Blackwood, su pueblo natal. Una vez llegados al destino, dijo “este no es el lugar”, y pidió que le llevara a la estación de tren de Pontypool... Pero resulta que tampoco se bajó del taxi en aquel lugar.

Su destino final fue la estación de servicio de Severn View, cerca de de Aust, al otro lado del canal de Bristol, ya en Inglaterra. Allí se bajó del vehículo, le pagó sesenta y ocho libras al taxista y se fue andando. Todo esto según el escritor Alex Bellos, que publicó la historia en su columna de The Guardian en enero del año siguiente. Si tomamos por valida la versión del taxista, Edwards estaría en el sur de Inglaterra siete días después de su desaparición. Por esos días, el mánager de los Manics había contratado a un detective privado para encontrarlo. Su familia, además, había publicado una nota en los principales periódicos británicos que decía: «Richard, por favor, contacta con nosotros. Con amor, mamá, papá y Rachel».

El 14 de febrero las cosas se ponen aún más feas. Su coche, el que había dejado en Cardiff dos semanas antes, tenía una multa de aparcamiento. Casualmente, en la estación de servicio de Severn View, y en esa multa se solicitaba la retirada del vehículo por la grúa el día 17 al considerarse que estaba abandonado. Ahí la policía descubrió que se trataba del coche de Edwards, con la batería descargada y con pruebas de que había sido habitado. La investigación apuntaba a que, en algún momento entre el día 7 y el día 13 de febrero, el músico había regresado a su piso. Pero que, tras pensárselo mejor, había vuelto otra vez en su propio coche a la estación de servicio. Y el motivo podría ser la cercanía del puente de Severn, que une Gales con Inglaterra sobre el río que recibe el mismo nombre. Un puente que en el pasado había sido un lugar elegido por muchos suicidas para quitarse la vida saltando al vacío.

Los que conocían a Richey afirmaron entonces que aquella posibilidad era impensable, ya que solía referirse al suicidio como un acto inconcebible. A partir de entonces, ha sido visto en diferentes partes del mundo, como Berlín, Polonia, Nueva York o la India. O aquí en España, en las Islas Canarias, en Fuerteventura o Lanzarote. Lo curioso es que la familia ha recibió varios mensajes de que lo habían visto en la India. Nada probado, por supuesto. En el año 2002, a la familia se le ofreció por primera vez la opción de declararlo oficialmente muerto, una posibilidad rechazada por la familia. Edwards mantuvo el estatus de persona desaparecida hasta el año 2008, cuando su situación jurídica pasó a ser la de presuntamente muerto.

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Su hermana Rachel ha declarado en varias ocasiones que, a pesar de lo dictaminado por el juez, la familia todavía cree que Edwards sigue vivo. Después de veinticuatro años sin saber absolutamente nada de él, parece una hipótesis poco creíble, o imposible, pero es que con estas cosas nunca se sabe. Y una familia, por mucho que pase el tiempo, siempre mantiene la esperanza. Al igual que no hay pruebas que demuestren que sigue con vida, tampoco las hay de su muerte.

Muchos dicen que los Manics se vendieron después de la desaparición de Edwards, que se rindieron ante la radiofórmula y que pasaron a ser un grupo más en el inmenso espectro musical de los años 90. Opiniones hay para todos los gustos. Los hay que prefieren a los primeros Manics y otros prefieren a los segundos. O a los dos. Lo que sí podemos decir es que la banda cambió por completo su estilo. Se les reconoce, es verdad, pero faltaba ahí una pieza muy importante. Es cierto que Edwards no tenía mucha técnica a la guitarra, por no decir ninguna. De hecho, durante los conciertos, su amplificador solía estar desconectado y fingía tocar acordes. Pero él era pura actitud y pura presencia. Su figura le daba muchísima personalidad a la banda. En alguna ocasión, los otros tres miembros de Manic Street Preachers han reconocido que, a pesar de que Edwards tenía muy poca idea de música, sabía cómo quería sonar, sabía cómo quería que fuera la banda. Y tenía ideas para el próximo material. Una mezcla de estilos a la altura de su locura: sonar a Pantera y a los Nine Inch Nails con la esencia del Screamadelica de los Primal Scream. Pero el disco que siguió a The Holy Bible fue Everything Must Go, y nada tuvo que ver con esa genial locura. El primer álbum de los segundos Manics. El primero sin su guitarrista Richey James Edwards. ¿Qué habría sido de ese disco y de ese grupo si Edwards se hubiera subido a aquel avión aquel maldito 1 de febrero de 1995?

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