Conoce Lumen Gentium, uno de los documentos más importantes que dejó el Concilio Vaticano II
En la nueva entrega del podcast 'Siempre aprendiendo', el periodista y sacerdote Josetxo Vera explica los ocho capítulos que integran este documento
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El acontecimiento más destacado en la Iglesia en la era moderna es la celebración del Concilio Vaticano II que inauguró el Papa Juan XXIII y que concluyó Pablo VI. Son cuatro los textos magisteriales que salieron de aquel Concilio, entre ellas la Lumen Gentium, que ha analizado el periodista y sacerdote Josetxo Vera en el podcast ‘Siempre aprendiendo’.
El Concilio Vaticano II fue un intento de conseguir la renovación en la vida de la Iglesia, revisar cómo se hacían las cosas y pensar en la cultura de la institución. A lo largo de la historia ha habido una veintena de concilios ecuménicos, y tan solo tres en los últimos cinco siglos. El Concilio Vaticano II se celebró en los otoños de 1963, 1964 y 1965.
Lumen Gentium fue promulgada por Pablo VI en noviembre de 1964: hace referencia a la luz de los pueblos y se refiere a Cristo como el sol naciente. De alguna manera, Lumen Gentium busca desarrollar y poner culmen a una doctrina iniciada en el Concilio Vaticano I en 1870, pero que se tuvo que cancelar de manera abrupta por el inicio de la guerra franco-prusiana.
La Lumen Gentium es un documento que no define ningún dogma ni herejía. No recoge nuevas doctrinas. Es una reflexión en torno a la vida de la Iglesia para dejar claro qué es, cómo debe ser entendida, su misión y su organización.
El Concilio Vaticano II puso a la Iglesia en el contexto del discurso sobre Dios, que tuviera un sentido teológico y apartarse de las estructuras de poder para vincularla a Dios.
Otro de los elementos importantes es el concepto de la autoridad que se entiende como un servicio. Todas las empresas tienen una autoridad, pero en la Iglesia las jerarquías se entienden como un servicio. Se habla del colegio de los obispos, que tienen una responsabilidad y solidaridad en el gobierno de toda la Iglesia.
¿Cuál es la estructura de Lumen Gentium?
El primer capítulo se presenta a la Iglesia como un pueblo unificado en la unidad del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo. El punto de referencia es Dios. De ahí brota su verdad profunda. El Concilio establece que la Iglesia es parte del plan de Dios. Este capítulo primero habla del carácter sacramental de la Iglesia, el lugar donde se celebra la Salvación. La Iglesia tiene un elemento humano y divino.
El segundo capítulo se centra en la noción del pueblo de Dios. Se vincula con el pueblo de Israel, la antigua Alianza, con su universalidad y su misión. En el nuevo pueblo de Dios está la nueva alianza, una unión que busca que todos los hombres encuentren la Salvación. Se hace muy fuerte el sacerdocio común de los fieles para participar de un sacerdocio, de enseñar y anunciar una misión de santificar.
El tercer y cuarto capítulo habla de dos pertenencias concretas al pueblo de Dios: la jerarquía (el episcopado) y los fieles laicos. Una aportación que parte de una visión de la autoridad como un servicio a los hermanos. Se habla de dos puntos importantes y muy debatidos: la sacramentalidad del episcopado y la realidad de un colegio episcopal.
El cuarto capítulo está dedicado a los laicos para describir su misión. El Concilio dice que es plenamente eclesial el papel de los laicos en la Iglesia, no es un papel secundario ni delegada. El Reino de Dios está formado por fieles laicos.
En el capítulo quinto se habla de la llamada universal de la santidad. Todos están llamados a ser santos en la Iglesia. Hubo un tiempo en el que no se entendía que los fieles laicos fueran santos. Parecía que para ser santo había que ser religioso. Es un error. Todos estamos llamados a ser santos, dice el Concilio. La principal novedad es que se habla de distintos caminos a la hora de alcanzar la santidad.
El capítulo sexto se dedica a los religiosos, que es la vida entregada a Dios.
El capítulo sétimo mira hacia donde se encamina la Iglesia, hacia la plenitud. La Iglesia se separa en tres grupos: la Iglesia que está en el Cielo (Virgen y santos con Jesucristo como cabeza); la Iglesia que está en el purgatorio y se purifica tras la vida terrenal y la que formamos los fieles vivos en la Tierra y tratamos de alcanzar la santidad.
Por último, el capítulo octavo refleja el papel de la Virgen María y su rol en el plan de Salvación de Dios. Es la Madre de la Iglesia.