El Triduo Pascual, corazón del año litúrgico en la vida de la Iglesia

El periodista y sacerdote Josetxo Vera reflexiona en Siempre Aprendiendo sobre estos Días Santos en los que celebramos la Muerte, la Pasión y la Resurrección de Jesucristo

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El Triduo Pascual, corazón del año litúrgico en la vida de la Iglesia

Josetxo Vera

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Días Santos para todos los de esta Semana Santa. Los cristianos estamos a punto de celebrar la Muerte, la Pasión y la Resurrección de Jesucristo. Tres días santos, jueves, viernes y sábado que ponen fin a un tiempo de Cuaresma y abren un grande tiempo de celebración en la vida de la Iglesia.

Estamos pues en esta Semana Santa, sabemos que el tiempo de Cuaresma dura hasta la celebración de la Cena del Señor, pero estos últimos días, desde el Domingo de Ramos también son tiempo de la Semana Santa. Una celebración limitada por la pandemia y en la que se recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén y se recuerda, a partir de estos días, los últimos acontecimientos de la vida de Jesús.

Estamos pues en el pórtico de este Triduo Pascual que comienza con la Misa en la Cena del Señor y que dura hasta el Domingo de Resurrección y que se empieza a vivir desde la Víspera. La noche del sábado acudiremos todos a la celebración de la Resurrección. Por eso cada uno de estos días tiene un sentido especial.

En el Jueves Santo celebramos la Cena del Señor, Jesús se reúne con los apóstoles para celebrar la Pascua de los judíos, para celebrar la salvación que Dios había realizado con Moisés, que había liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto y lo había salvado de la muerte.

Ese misterio nosotros lo celebramos en el Jueves Santo y en este día se recoge esa Cena Pascual de los judíos que es transformada por Cristo y que tiene tres sentidos concretos y muy especiales: se instituye la Eucaristía que es el centro de la vida del cristiano, se instituye el orden sacerdotal, el Señor les confía a los apóstoles su mandato y desde ese momento la Iglesia irá buscando personas que podrán cumplir su misión, y por último Jesús instituye el mandamiento del amor.

El Jueves Santo tiene un signo muy bonito, el lavatorio de los pies. Jesús, para hacer visible el amor entre hermanos, se inclina, coge una jofaina, lava los pies de los apóstoles. Es el signo del amor fraterno, hay que ponerse a los pies de los necesitados. Este mandato del Señor para toda la Iglesia lo tenemos que revisar durante este día. Se hace visible en la celebración de los Jueves Santo pero como vivimos tiempos anormales no habrá lavatorio de los pies, pero tenemos que recordar esta expresión del servicio y del amor de Cristo.

Después de esta celebración del Jueves Santo habitualmente se deja el Santísimo recogido en un lugar aparte, en un Sagrario o en una urna para su adoración y así se puede acompañar a Jesús en su oración en el Getsemaní. Es costumbre tener una hora santa para acompañarle en este momento difícil.

El Viernes Santo lo que se celebra, acompañando los acontecimientos narrados en el Evangelio, es la Pasión del Señor y su muerte en la Cruz. Por eso la celebración de este día, que no es una Eucaristía, se hace próxima a la hora en la que murió Jesús. El Evangelio nos cuenta que Jesús murió hacia las tres de la tarde. Es una antigua tradición no celebrar la Eucaristía y Cristo crucificado es el centro de la celebración. Esta celebración tiene una lectura de la Pasión del Señor, una oración universal muy extensa y después la Adoración de la Cruz. Se reparte la Eucaristía que se había guardado el día antes y del mismo modo en este día se deja la cruz en el altar para que los fieles puedan adorarla y pertenecer en oración y meditación. Vale la pena este tiempo de oración.

A lo largo del sábado se ha contemplado la Muerte del Señor, se ha acompañado a María en su soledad. Se suele hacer en muchas parroquias junto a la Virgen de la Soledad. Pero este día de silencio se rompe y cambia con la Vigilia Pascual en la Noche Santa. Es una celebración de gran alegría. El hacerlo por la noche nos recuerda la necesidad de celebrar la resurrección de Jesucristo cuanto antes.

Esa celebración de la noche de los judíos se conmemora también en esta noche santa, pero con un sentido nuevo. La sangre del cordero es la sangre de Cristo que en la vida de los cristianos nos salva a todos.

Tiene 4 partes esta celebración: la primera es la parte destinada a la luz. En la entrada del templo se enciende un cirio pascual nuevo, visible en todas las grandes celebraciones de la Iglesia durante todo el año. Se encenderá para los bautizos, en la celebración de la confirmación, en los funerales. La luz rompe las tinieblas y la oscuridad de la noche.

Cuando el sacerdote llega al altar el diacono proclama el pregón pascual que es el gran anuncio de la Salvación que además suele ser cantado y presenta el Misterio Pascual: Dios ha vencido a la muerte.

La segunda parte es la Liturgia de la Palabra. En este caso se hace un recorrido por toda la historia de la salvación. Hay siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento. Son nueve lecturas largas. Hace memoria de la historia del amor de Dios a los hombres y esto se hace visible en esas nueve lecturas.

La tercera parte es la liturgia bautismal, es un tiempo proprio para incorporar a nuevos fieles en la Iglesia. Se renueva el agua bautismal, se recuerda el bautizo de todos los que están en la iglesia y se bautizan los nuevos.

La última parte de esta gran vigilia pascual es la celebración de la Eucaristía. El momento en el que recibimos el Cuerpo de Cristo y el Señor se hace presente no en un signo como el cirio pascual sino se hace presente en el pan y en el vino y a partir de ese momento comienza la Pascua.

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