Carta Pastoral del Ricardo Blázquez: "Hoy os ha nacido un Salvador" (Lc. 2, 11)
El arzobispo de Valladolid desea a todos sus feligreses una feliz Navidad: "Que Navidad sea impulso permanente de justicia, de amor y de respeto a la dignidad de toda persona"
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Este anuncio del ángel a los pastores, que cuidaban su rebaño en la noche de Belén, ilumina el misterio de Navidad. El mismo mensaje resuena también hoy entre nosotros. Hacemos fiesta porque el Mesías, el Señor, ha nacido para salvarnos. Con palabras de la antífona de entrada a la celebración eucarística del segundo domingo después de Navidad: “Un silencio lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos” (Sab 18, 14–15). Jesucristo es en persona la Palabra de Dios (cf. Jn 1, 1ss.), que ha venido al mundo para guiarnos por el camino de la salvación.
El Hijo de Dios, su Palabra eterna, nació como un Niño en un establo de Belén. Este foco de luz encendido en la noche de la historia de la humanidad ha irradiado con numerosas manifestaciones en nuestra sociedad, en nuestras familias y en nuestras costumbres. Los cristianos debemos poner con claridad de relieve el centro que celebramos si no queremos que los signos sean enigmáticos y queden como colgados del aire. Jesús, el Salvador, es el Regalo de Dios en persona, y por eso con gratitud y gozo hacemos fiesta: “Pues hacemos alegrías / cuando nace uno de nos,/ ¿qué haremos naciendo Dios”, cantamos con un entrañable villancico de Cristóbal de Castillejo. A la luz del misterio del nacimiento de Jesús en Belén deseo ofrecer algunas reflexiones como invitación a quienes creemos que “Dios nos ha amado y ha entregado a su amado Hijo para nuestra redención”.
1) Para José y María, que estaba encinta y con los días a punto de cumplirse para el alumbramiento, no había sitio en la posada de Belén (cf. Lc. 2, 7). Jesús nació en un establo de animales y fue acostado en un pesebre. Nació como un pobre, vivió sin tener donde reclinar la cabeza (cf. Lc. 9, 58) y murió despojado en una cruz. Podemos afirmar que el Hijo de Dios hizo la opción preferencial de ser pobre. San Pablo en la segunda carta a la comunidad de Corinto recordará la generosidad de Dios para exhortarlos a compartir los bienes con los necesitados. “Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor. 8, 9). El Hijo de Dios es amigo de los hombres, ama la vida, es humilde, se hizo pobre (cf. Tito 2, 22–15). La encarnación del Hijo de Dios está en consonancia y culmina la inclinación benevolente de Dios a la humanidad (San Juan Damasceno). Dios nos salvó según su misericordia, su bondad y su amor a los hombres (cf. Tito, 3, 4–5). La lección de Jesús que colocará a los pobres en el corazón del Evangelio comienza con su nacimiento. Para sorpresa de los hombres, Jesús proclama bienaventurados a los pobres (cf. Lc. 6, 20; Mt. 5, 3); nos interpela para que no pongamos nuestra confianza en tesoros perecederos ni elijamos servir al dinero en lugar de a Dios (cf. Mt. 6, 19–34). Jesús se identifica con los hambrientos, los enfermos, los forasteros y los descartados (cf. Mt. 25, 34–40), y a cuantos los atienden promete el reino de los cielos. En la escuela de Jesús aprendemos la sublime lección de ser pobres, de elegir ser pobres, de tener un corazón de pobre, de no poner nuestro tesoro en las riquezas, de compartir los bienes con los necesitados. Siguen de cerca el estilo de vida de Jesús los que hacen voto y promesa de pobreza. No olvidemos que en el Evangelio el gran competidor de Dios es el dinero (cf. Mt. 6, 24); si Dios no habita en el corazón, la fraternidad con todas sus consecuencias en una ilusión. Navidad ensancha nuestra mirada hacia los últimos y excluidos, hacia los pobres y sin hogar.
2) En el marco de Navidad celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, ya que Jesús nació en el seno de una familia. Las fiestas de Navidad son eminentemente familiares. Deben ayudar a descubrir el sentido de la familia en la Iglesia y en la sociedad. Sin familia la persona queda como a la intemperie. Los niños son como un espejo que refleja en seguida las condiciones de su familia. Navidad debe ser una oportunidad para que el amor entre los esposos cuando corre el peligro de agostarse se refresque, y si corre el riesgo de congelarse que se reanime en su calidez; que si las distancias se acrecientan, sea Navidad una llamada a la reconciliación.
Navidad es una fiesta particular de los niños. Los regalos que reciben son señal del amor de los padres y deben remitir de alguna forma al Regalo que es Jesús. Los Magos venidos de Oriente a Belén ofrecieron sus dones al Niño Jesús y le reconocieron como la meta de sus búsquedas (cf. Mt. 2, 1–12). Las fiestas de Navidad son una ocasión preciosa para que los padres y abuelos inicien a los hijos y a los nietos en el sentido original cristiano de las fiestas y vayan incorporándose a esta bella tradición; particularmente deben los adultos mostrar a los niños que Jesús es el amigo que nunca falla, a quien necesitan conocer, con el que deben tratar; y a la Virgen María como la Madre que los cuida siempre, despiertos y dormidos, cuando sonríen y lloran. Recuerdo unos versos de San Juan de la Cruz relacionados con la fiesta de Navidad. “Y la Madre estaba en pasmo / de que tal trueque veía:/ el llanto del hombre en Dios / y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía”; Jesús es como la sonrisa de Dios que alegra a los que ríen y es hermano de los niños también en el llanto. La Virgen María contempla sorprendida el intercambio entre Dios y el hombre.
3) Navidad es fiesta de la paz y llamada a ser pacíficos y pacificadores, ya que los ángeles cantaron junto a la cuna de Jesús: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc. 2, 14). El nacimiento de Jesús es el nacimiento de la vida, que es un valor inestimable, y de la paz, que es como la síntesis de los bienes salvíficos. ¡Que cuando aparezca el cansancio de vivir recordemos a Jesús recién nacido!
Por ser Navidad el nacimiento de Jesús como el “príncipe de la paz”, fue instaurada por Pablo VI la Jornada Mundial de la Paz y nos deseamos la paz en la misma Eucaristía con palabras de la primera lectura del día 1 de enero. “El Señor te bendiga y te proteja, ilumina su luz sobre ti y te concede su favor; el Señor se fije en ti y te conceda su paz” (Núm. 6, 24–26). Jesús es nuestra Paz (cf. Ef. 2, 14); de la paz grande que necesita la humanidad y de la pequeña que necesitamos cada uno de nosotros. La fiesta de Navidad es una oportunidad para la renovación de la paz y el gozo, del amor y del perdón, de la generosidad y de la esperanza.
Queridos amigos, os deseo Feliz Navidad a todos y a cada familia. Que Navidad sea impulso permanente de justicia, de amor y de respeto a la dignidad de toda persona; sea un comienzo nuevo, la oportunidad de una renovación espiritual y moral. La fiesta del Nacimiento del Salvador que es Jesús nos brinda a todos un renacimiento personal.
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