Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: «Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo»

El obispo Prior de Ciudad Real dedicó su última carta pastoral al Día de la Iglesia Diocesana que se celebró este domingo, 7 de noviembre

Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: «Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo»

Agencia SIC

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Queridos amigos y her­manos:

La celebración de la jornada de la Igle­sia Diocesana quiere hacernos conscientes de lo que somos: la gran familia de los seguidores de Jesús, la gran fa­milia que formamos todos los bau­tizados, porque la Iglesia, cuya ca­beza es Cristo, la formamos todos los cristianos.

Este año que, con motivo del quinto aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris laetitia, celebramos en comunión con toda la Iglesia el Año de la Familia Amoris laetitia, establecido por el Papa, nos puede ayudar a compren­der la realidad de la Iglesia, lo impor­tantes que somos todos y la misión que cada uno tenemos en ella.

También nos puede ayudar a entender la preocupación por toda la familia, y nuestra aportación a la misma, otro acontecimiento importante que comenzamos este curso: el Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad, desde el que se nos hace una llamada a toda la Iglesia y a todas las Iglesias dioce­sanas y particulares, a vivir su mi­sión de evangelizar en comunión y responsabilidad, en la que todos debemos sentirnos Iglesia y, por lo mismo, en comunión con la Iglesia. Y, por otra parte, siendo miembros de ella, sentir la corresponsabili­dad que nos corresponde en ella y con ella.

En una familia, para que sea una familia viva y autentica, todos sus miembros tienen que estar en comu­nión con lo que se propone en toda la familia y debe sentirse responsable de aportar su parte para que toda ella pueda cumplir la misión importante que tiene como familia y colaborar en el buen funcionamiento, de tal mane­ra que sea realmente una familia viva.

Ninguno de los miembros de una familia puede sentirse al margen de la familia a la que pertenece, sino que debe sentirse llamado a implicarse, a colaborar en ella, a entregarse a ella, acompañándola y viviendo sus alegrías y sus penas, sus momentos buenos y menos buenos.

Cada uno está llamado a aportar a toda la realidad familiar aquello que tiene: uno será su alegría, otro su optimismo, otro su carácter ama­ble, otro los medios materiales que necesita la misma para que pueda funcionar, otro la escucha y el alien­to a los demás de la familia, etc. To­dos y cada uno de los que forma­mos cada familia debemos sentirnos llamados a aportar nues­tro don personal y a colaborar para bien de todos, porque todos somos corresponsables de que la familia sea lo que debe ser y funcione como debe funcionar.

La Iglesia, la diócesis, la parro­quia, es esa gran familia que forma­mos todos los bautizados que trata­mos de seguir a Jesús. Y lo mismo que en nuestra familia natural to­dos tenemos algo que aportar, tam­bién en nuestra familia espiritual todos debemos sentirnos llamados a aportar aquello que tenemos: nuestro tiempo, nuestra formación, nuestras cualidades, nuestra gene­rosidad para ofrecer a Cristo a los demás, nuestro testimonio de vida que anime a los otros a vivir la fe, cómo ven que nosotros la vivimos, nuestros medios materiales, nues­tro entusiasmo y ardor pastoral por mostrar el mensaje de Cristo a to­dos los demás, etc.

Todos y cada uno de los que formamos esta gran familia de los hijos de Dios somos corresponsa­bles de su misión y somos muy importantes en ella. Nuestra apor­tación es necesaria, para que esta gran familia sea una familia viva,

que cumple la misión que el Señor le ha encomendado.

Ningún cristiano puede sentirse fuera, ni ser indiferente a lo que su­cede, bueno o malo, en la gran fami­lia de la Iglesia, porque piense que no tiene nada importante que aportar. Todo es importante y todos debemos sentirnos llamados a aportarlo. Todos somos y formamos esa gran familia y todos debemos sentirnos correspon­sables de lo que en ella suceda. Todos participamos de la misión de la Iglesia y todos debemos ayudar con nuestra generosidad y aportación del tipo que sea, a que cumpla con la gran mi­sión confiada por el Señor, que no es otra que la evangelización de nuestro mundo, haciendo que el anuncio de Jesucristo llegue a todos los hombres y mujeres en todos los momentos y de todos los lugares.

Todos «somos lo que tú nos ayu­das a ser. Somos una gran familia contigo».

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