Carta pastoral del Card. Ricardo Blázquez: Madre de Misericordia
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Celebramos la fiesta de nuestra Patrona, entre el alivio porque al parecer la pandemia va cediendo y la inseguridad porque todavía no cesa. Recordamos a cuantos han muerto a causa del Covid 19 poniéndolos en el regazo maternal de la Virgen como fue depositado Jesús al ser descolgado de la cruz; invocamos su protección de cara al futuro aún incierto y seguimos las instrucciones de la autoridad sanitaria ya que tenemos la responsabilidad en la medida de lo posible de no contagiarnos ni contagiar a otros. La pandemia nos ha mostrado la fragilidad y probablemente nos ha movido a contar más con Dios. En todo caso este año la fiesta de Nuestra Señora de San Lorenzo tiene ya otro aire más abierto, más festivo, más gozoso. Recojo en esta carta pastoral algunos párrafos de la homilía pronunciada en la Eucaristía del día 8 de septiembre.
En el gozne del descanso estival y del nuevo curso nos acogemos a la intercesión maternal de la Virgen Madre de Dios, siguiendo la tradición de nuestros mayores, que en catequesis familiar nos han ido transmitiendo la fe y la devoción. Junto a la Virgen fiel, la fe nunca muere. En la comunicación de la fe es insustituible la presencia de la Madre del Señor. Celebrar la Natividad de la Virgen María significa festejar las primicias de la salvación, ya que María ?fue para el mundo esperanza y aurora de salvación?; la Virgen está en los orígenes de Jesús el Salvador porque fue su Madre. Y también podemos decir, está en todos nuestros comienzos, cuando empezamos este curso y también cuando comenzamos una nueva etapa en nuestra vida.
¡Que María nos acompañe en el nuevo curso, reavivando la esperanza, despertando nuestro corazón y poniéndonos en camino! ¡Que la esperanza depositada en Santa María anime nuestras fuerzas! Le pedimos confiadamente: ?¡Santa María de la esperanza, ven con nosotros al caminar!?.
En esta asamblea litúrgica ante nuestra Patrona la Virgen de San Lorenzo me hago eco de una inquietud que padecemos. Sufrimos porque no estamos unidos como sociedad para afrontar los desafíos inmensos que tenemos planteados de orden laboral, social, económico, cultural, familiar, educativo, pastoral. Nos causa tristeza y malestar la desunión que cotidianamente presenciamos. Si la unidad fortalece, la división debilita. Las manifestaciones de esta división son muchas: descalificaciones de orden personal, crispación en el ambiente, ausencia de tratamiento solidario de los problemas, escamoteando la verdad y posponiendo el bien común.
En este contexto de desacuerdo y debilidad quiero dirigir a nuestra Patrona en nombre de todos, una oración tomada de nuestra tradición poética con varias palabras que nos orientan para recorrer el camino de la superación de las rupturas y para afrontar las tareas de la reconciliación.
?¡Oh Madre de Dios y hombre! / ¡Oh concierto de concordia! / Tú que tienes por renombre / Madre de misericordia; / pues para quitar discordia / tanto vales, / da remedio a nuestros males?. Tres palabras aparecen en estos versos y las tres nos remiten al corazón (-cordis). Estas palabras son: María es ?concierto de concordia?, porque en su seno se unieron el Hijo de Dios y el hombre; ella es ?madre de misericordia?, por lo que acudimos a ella conscientes de nuestra fragilidad, de nuestros pecados y de nuestras indigencias. Y como es, ?concierto de concordia? y ?madre de misericordia? confiamos en su poderosa intercesión, ?para quitar discordia tanto vales, da remedio a nuestros males?.
Queridos hermanos, nuestra Señora de San Lorenzo, viene hoy a nuestro encuentro justamente cuando comenzamos este nuevo curso. Y viene con esta promesa: Pondrá remedio a nuestras discordias si en el corazón la invocamos como ?madre de misericordia?. Somos sus hijos, pecadores y necesitados. Si Cristo es nuestra paz (cf. Ef. 2, 14), mostraremos la condición de cristianos siendo también nosotros pacíficos y pacificadores, trabajando por la concordia entre los disidentes. Jesús es reconciliador porque nos amó y mató el odio en el corazón. Que el amor habite en nuestro corazón y no dejemos crecer en él el odio que es mala planta y produce frutos perversos.
Hace ya muchos años, más de cuarenta, en una coyuntura histórica singular, quienes nos precedieron en las responsabilidades políticas, sociales y eclesiales dieron un paso decisivo con una inmensa generosidad, avalada por el conjunto de los ciudadanos, que abrió una etapa de encuentro y reconciliación entre los anteriormente distantes. No olvidemos aquel acontecimiento de largo alcance. En una sociedad plural como la nuestra siempre encontraremos motivos para profundizar en la reconciliación. No nos cansemos de trabajar por la reconciliación, que no se alcanza plenamente en cada situación histórica, ya que incesantemente surgen obstáculos que requieren iniciativas de generosidad renovada al servicio de la paz y la concordia.
La paz es la concordia entre las partes disidentes y es fomento del trabajo por el bien de todos, por el bien común. La concordia y el bien común están en continuidad y sintonía. La concordia germina en el corazón y el bien común se va manifestando concretamente en los proyectos y en sus realizaciones. El bien común es el conjunto de condiciones para que la convivencia que es responsabilidad de todos nos ofrezca lo que necesitamos. Entre los ciudadanos hay tantas causas que son compartidas y las venimos compartiendo desde nuestra historia, con nuestros fracasos y con nuestros éxitos. Requiere el bien común pensar en objetivos comunes, más allá de los intereses particulares de personas y de grupos. La búsqueda leal de consensos y de colaboraciones para garantizar los derechos y deberes de todos es parte del trabajo por el bien común. El respeto de las instituciones, que a todos nos sirven de soporte fundamental, sin debilitarlas ni acomodarlas a nuestros intereses egoístas es también ingrediente del bien común. ¡Cómo no vamos a sentir inquietud cuando las instituciones son desacreditadas y debilitadas!
Queridos hermanos, yo me alegro mucho de compartir estos sentimientos con todos en la fiesta de Nuestra Señora de San Lorenzo, patrona de nuestra ciudad. Al conectar con las generaciones que nos han precedido, pido que Santa María esté presente en la transmisión de la fe a vuestros hijos y en el testimonio de la fe en nuestra vida. Que María cuide de nuestros hogares, que esté cerca de todos. Comenzamos este nuevo curso depositando en ella nuestra esperanza, porque es ?Madre de misericordia?.
+ Card. Ricardo Blázquez
Arzobispo de Valladolid
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