La historia de Ana María, la esposa que lo dejó todo para cuidar de su marido enfermo
El marido de Ana María sufrió un gliobastoma multiforme y ahora reside en el Hospital de Cuidados Paliativos Vianorte-Laguna
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Ana María gira la cabeza hacia la derecha, y vuelve a mirar al frente. Toma aire y lo expulsa despacio. Después hace lo propio virando su mirada al lado izquierdo, siguiendo las indicaciones de la terapeuta. No son ejercicios para ella, pero acompaña a su marido en esta actividad que ayuda a los mayores a mantenerse en movimiento.
Javier estaba apunto de jubilarse. Quería estudiar historia en su tiempo libre, pero un gliobastoma multiforme dio un giro a su vida: “Precisamente le ha pasado en la cabeza y no puede hacer nada”.
Ana María tiene 56 años y ha dejado de trabajar para cuidar a su marido porque “es tan poco importante el dinero cuando te va a faltar la persona que quieres”. Por eso, “el tiempo que le quede” lo quiere pasar con él.
“No sabemos ni el día ni la hora, a lo mejor soy yo el que se va antes que él”, cuenta Ana María. “Ha sido un volver a decir: 'bueno estamos aquí ahora y el ahora es lo que importa'”. Tener a tu marido en ese estado no es fácil, “en las situaciones de cabeza no saben lo que hacen, te puede insultar, meterse contigo... y llega un momento que tienes que aprender a vivir de otra manera. Empieza la comprensión, la paciencia, la dulzura... para mí ha sido una lección. Porque tienes tu genio, vas muy alegre por la vida y de pronto plum”.
El punto de inflexión
A Ana María le brillan los ojos al hablar del tiempo que está viviendo: “Yo soy creyente, y te quedas un poco colgada. Pero me hice la pregunta: ¿quieres vivir esto con Dios o sin Dios? Y al contestarme yo misma que con Dios... te agarras a él y lo ofreces”.
Aunque parezca increíble, en la habitación donde ahora vive su marido, sonríe: “Y te quieres más que nunca. Porque te das y te vuelcas. Ya no le pones tantos 'peros' a él como en una convivencia que siempre tiene sus cosas. Y todo lo pasado se olvida, perdonas y te va quedando solamente eso”.
Al principio el marido de Ana María recibía tratamiento de cuidados paliativos en casa, hasta que empezó a necesitar otro tipo de tratamiento. Por eso en el hospital de cuidados paliativos donde le trataban -Fundación Vianorte-Laguna-, le recomendaron que internara en el centro. “Una vez aquí fenomenal. Es como que descansas, porque se ocupan de él en todos los sentidos: médicos, enfermeras, psicólogos, fisioterapeutas... tiene todo lo que necesita”.
Cuenta cómo se sorprendió cuando uno de los psicólogos le dedicó más de treinta minutos a ella, que no era la afectada. La atención no solo engloba todo lo que necesita el paciente, si no también la familia. “Me siento como en casa, gente sencilla, cariñosa, dulce”.
“La vida le puede ofrecer muchas cosas. Hay momentos angustiosos y la vida cambia de forma radical, también para los que están a su lado, pero es una etapa más. Es lógico que te canses en el proceso, también aquí, pero si tú quieres, puede ser mejor”.