Más que un nuevo currículo de Religión

Antonio Roura hace un recorrido por esta asignatura mientras el profesorado mira con impacienca el BOE a la espera de su publicación

Más que un curriculo de Religión

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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el calendario. El cercano final del curso escolar supondrá, no hay posibilidad de aplazamientos, la despedida de la LOMCE y la puesta en marcha de la LOMLOE. Con suspense, el Ministerio Educación y Formación Profesional va publicando los Reales Decretos que establecen la ordenación y las enseñanzas mínimas de las diferentes etapas educativas. A estas alturas del mes de marzo solo disponemos del texto que regula las etapas de Infantil y Primaria. Hay que estar preparados, en las próximas semanas, a la catarata de documentos legislativos que desde el Ministerio y desde las diferentes Comunidades Autónomas van a acabar de definir el currículo, la ordenación académica y la carga lectiva. Son días para leer, estudiar, cotejar y comparar las novedades y diferencias en la aplicación, en las diferentes comunidades autonómicas, de algunos asuntos relacionados con la enseñanza de las religiones, fundamentalmente, la carga lectiva —las comunidades pueden aumentar el mínimo de una hora establecido en la LOMLOE—

y las pautas para la regulación de la atención educativa para aquellos alumnos y alumnas que no escojan Religión.

Pero el profesorado de Religión también mira con impaciencia el BOE a la espera de ver publicado el currículo de Religión. Ese momento será el punto de llegada de un proceso que comenzó a gestarse con la aprobación de la Ley, allá por diciembre de 2020, pero significará también la puesta en marcha oficial del nuevo referente curricular para la enseñanza de la Religión católica en la escuela. Hasta ahora, y esta decisión de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura ha sido imprescindible para conseguir la participación del profesorado, hemos ido conociendo y hemos sido invitados a aportar y reaccionar a los borradores que se hicieron públicos en la web

. Cuando conozcamos el texto del BOE veremos la expresión final, fruto de esa participación, de los elementos curriculares que exige la LOMLOE para cada una de las etapas y cómo se ha de interpretar la presencia de la enseñanza de la Religión católica en cada una de las orientaciones pedagógicas, metodológicas y de evaluación de la asignatura. Poder trabajar con el texto oficial es imprescindible para elaborar las programaciones didácticas y para profundizar en la formación del profesorado. La publicación del currículo, así se recomienda desde la Comisión y desde las delegaciones diocesanas, debe alentar, no solo la formación para la capacitación pedagógica sino la profundización en la teología como fuente epistemológica. La publicación del nuevo currículo es una oportunidad, también, para reforzar las razones de la presencia de la asignatura en el sistema educativo. Mientras esperamos la publicación del currículo, podemos valorar las repercusiones y el alcance, más allá del BOE, de la propuesta presentada por la Comisión Episcopal.

Mirando a la sociedad

El currículo de Religión es, en su naturaleza curricular, un servicio a los alumnos y a las familias que tienen reconocido el derecho a que sus hijos reciban estas enseñanzas, como una asignatura más, en el sistema educativo. El significado y la relevancia de la existencia de esta asignatura para la sociedad, sin embargo, va más allá del obligado cumplimiento de los acuerdos que garantizan ese derecho. Con la enseñanza de la Religión, además de proponer una serie de conocimientos, destrezas y actitudes necesarios para conocer la materia de estudio, se está aportando y defendiendo la vigencia, en el ágora de lo público, del valor verificable, en lo común, de una perspectiva particular que no se puede excluir del conjunto de saberes sin mutilar algo de lo humano. Los saberes y la racionalidad, abierta a la trascendencia, que caracterizan a la asignatura de Religión, son una aportación esencial e irrenunciable al conjunto de la cultura y de la razón de ser de la democracia. Es necesario que, en el proceso formativo, para evitar la homogeneidad de la racionalidad y moralidad única establecida desde el pensamiento de lo público, se proponga la legítima disrupción de una propuesta cultural, ética y moral que, aunque específica de una tradición particular de sentido, hace más plural y libre la sociedad en la que se integra. La clase de Religión hace más libre, plural y diversa la enseñanza pública respondiendo así, de manera más realizada, a su razón de ser.

Son muy diversos los desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad —no hace falta más que abrir los periódicos estos días— y, para responder con acierto a estos retos, sin duda, la educación tiene un papel esencial. Desde todas las instituciones políticas y educativas internacionales se apuesta por orientar los contenidos curriculares de las escuelas como palanca para construir un mundo mejor. El currículo de Religión que nos presenta la Comisión episcopal para la Educación y Cultura ha sido consciente de la importancia de este momento y quiere aportar a las nuevas generaciones una perspectiva diferenciada de lo que está en juego. Los saberes de la clase de Religión no solo explican el pasado del que se nutre, en la actualidad, nuestra identidad personal y cultural, sino que aportan profundos vectores de sentido que serán muy valiosos a la hora afrontar el futuro común. El porvenir de las personas y las naciones no se puede construir excluyendo identidades culturales y religiosas y fraguando un consenso diseñado «solo» desde la política. La asignatura de Religión está concebida para aportar en lo común, para ser significativa y diferenciadora en el encuentro público de los diferentes puntos de vista que conforman la cultura común.

Mirando a la Teología

Esta exigencia de elaborar el nuevo currículo ha supuesto, también, una oportunidad para repensar el papel de las enseñanzas de la religión en el conjunto de los saberes de la escuela y también una ocasión para identificar y ordenar

aquellos saberes de la teología que, con el método propio de la pedagogía, pueden contribuir a dar sentido al perfil de salida, para todo el alumnado, que establece la LOMLOE. Aunque la Teología sea la fuente epistemológica de la asignatura de Religión, los contenidos curriculares propuestos para la enseñanza religiosa escolar no pueden ser, obviamente, una introducción, simplificada y adaptada, a todas las disciplinas que componen la carrera de Ciencias Religiosas o de Teología. Por el contrario, tampoco puede ser un acercamiento neutro desde la fenomenología o las ciencias de la religión para ayudar al alumnado en una primera «alfabetización» de la realidad religiosa que le rodea. Es sabido, se ha repetido hasta la saciedad, que la escuela no es el lugar de la expresión de la vivencia de la fe. Estas tres circunstancias: ni estudios eclesiásticos en miniatura, ni fenomenología de la religión, ni teología catequética o pastoral, condicionan, para bien, la selección de contenidos teológicos que se han de escoger.

La escuela es un lugar privilegiado para el despliegue, en todas sus dimensiones de lo humano. Esa responsabilidad que es, en primer lugar tarea de los padres y madres, recibe un impulso diferenciado cuando, en la necesaria apertura a la sociedad, el alumno se abre al conocimiento que le proporcionan las asignaturas y las prácticas escolares. En esa transmisión se aportan, por la propia naturaleza de los contenidos y el modo en el que se transmiten, imágenes y propuestas de sentido sobre lo que es el mundo, el ser humano, el modo de relacionarse, la razón de la vida en sociedad, etc. y es ahí, en donde la Teología debe ofrecer su propuesta de saberes que den razón, en lo público, de la razonabilidad y verificabilidad del mensaje cristiano.

Adecuándose al desarrollo psicopedagógico del alumnado en cada una de las etapas educativas, el nuevo currículo ha asumido la estructura curricular, en su definición prescriptiva, de la LOMLOE y ha ordenado los saberes de la Teología, no para explicarse a sí misma, cuanto para ser capaz de trasladar, como saber nuclear, como la encarnación en la historia de Jesucristo aporta luz sobre lo que el ser humano, sus relaciones, su proyecto de vida y de vida en sociedad, la cultura, los desafíos compartidos con la humanidad, etc. Sin renunciar al método específico de la Teología, —sin método teológico no podríamos hablar propiamente de la Teología como una disciplina— la propuesta de la Comisión ha querido acoger aquellos conocimientos, destrezas y valores con los que el alumnado puede configurar, curricularmente hablando, una visión de lo que son, en expresión del papa Francisco los elementos de una educación integral: El principio fundamental del «conócete a ti mismo» siempre ha orientado la educación, pero es necesario no olvidar otros principios esenciales: «conoce a tu hermano», para educar a la acogida del otro (cf. Carta enc. Fratelli tutti; Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); «conoce la creación», para educar al cuidado de la Casa Común (cf. Carta enc. Laudato si’) y «conoce el Trascendente», para educar al gran misterio de la vida. Para nosotros significa mucho una formación integral que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida. (Encuentro del Santo Padre Francisco con los representantes de las religiones sobre el tema «Religions and Education: towards a Global Compact on Education» (Religiones y educación: hacia un pacto mundial por la educación).

La persona en el centro

En el logo propuesto por la Comisión Episcopal como elemento gráfico que hiciera visible el proceso participativo de la elaboración del nuevo currículo, se colocó la imagen de un alumno y una alumna en el centro de un diseño en el que le rodeaban todos los agentes de la educación y de la sociedad. Todos hacemos falta en la aldea de la educación pero, sin duda, alejados de un paidocentrismo sensiblero, situar a la persona del alumno, en su vulnerabilidad y ante los desafíos del porvenir, y su desarrollo, en diálogo con una Teología experta en humanidad es, en mi opinión la aportación más novedosa del nuevo currículo de Religión. La persona y la acción salvadora de Jesucristo es el centro de la Teología; el desarrollo del alumnado, en todas sus dimensiones, es la finalidad de la pedagogía. El currículo de Religión es el lugar de encuentro escolar, y por tanto curricular, de las dos realidades.

Cuando dentro de unos días hayamos recibido el currículo, es imprescindible que el profesorado, el gran protagonista de esta transición curricular, siga percibiendo el acompañamiento de la Comisión episcopal, las delegaciones diocesanas, las editoriales, etc. Son los profesores y profesoras de Religión los que en la acción docente ponen rostro al currículo, adecúan a la diversidad del alumnado, colaboran con las familias y trabajan, en el corazón de la escuela. Además de al profesorado y a las Delegaciones diocesanas es

necesario reconocer el fondo y la forma con el que la Comisión Episcopal para la Educación y cultura y la Conferencia Episcopal Española han aprovechado la exigencia de elaborar un nuevo currículo como un pretexto para impulsar y adecuar y preparar la enseñanza religiosa escolar para los nuevos desafíos culturales y sociales que se aproximan.