El obispo emérito de Orihuela-Alicante celebra sus bodas de oro episcopales con su cercanía y sonrisa perenne
La Concatedral de San Nicolás de Alicante acogerá una celebración este miércoles 12 de octubre, para conmemorar la efeméride especial de Victorio Oliver
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El obispo emérito de Orihuela-Alicante, Victorio Oliver, cumple este miércoles, 12 de octubre, las bodas de oro episcopales. Para conmemorar esta efeméride especial para la diócesis, la Concatedral de San Nicolás de Alicante acogerá una celebración a las 12h.
Y es que Oliver es una figura muy querida en Orihuela-Alicante, de la que fue su último destino como obispo titular, entre 1996 y 2005. A sus 92 años sigue dando ejemplo desde su condición de obispo emérito siempre con gran alegría y una sonrisa perenne.
Nació en la localidad turolense de Mezquita de Jarque el 23 de diciembre de 1929, y ordenado presbítero en el Palacio Episcopal de Teruel el 27 de junio de 1954. Estudió en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma graduándose en Sagrada Escritura.
"Siempre había sentido la llamada de la fe, primero como cristiano y luego como sacerdote"
El 20 de diciembre de 1976 fue nombrado obispo de Tarazona, entrando en la diócesis el día 30 de enero de 1977. El 29 de mayo de 1981 fue nombrado obispo de Albacete donde permaneció tres lustros, cuando el Papa Juan Pablo II le nombró, el 22 de febrero de 1996, titular de la sede Orihuela-Alicante. Sería ya Benedicto XVI quien aceptaría su renuncia el 23 de noviembre de 2005 tras cumplir los 75 años que establece el Derecho Canónico.
En una entrevista concedida a la diócesis, ha confesado que siempre había sentido la llamada de la fe, primero como cristiano y luego como sacerdote: “La que no me esperaba era la tercera llamada, que me llamaran y me dijeran quiero que seas obispo. Yo no he hecho nada, es una llamada que me ha hecho el Señor a través de la Iglesia, así lo interpreté yo. En esa llamada yo quise responderle “Señor, cuenta conmigo”, ha explicado.
Como obispo, la cercanía con el pueblo es lo que mejor le ha definido. Tanto es así que ha reconocido que fue el pueblo quien le enseñó a ser obispo: “Escuchando a la gente me decían cosas que me hacían caer en la idea de cuál era mi tarea como obispo”.
La anécdota que marcó la vida de Victorio Oliver como obispo
A lo largo de este medio siglo, Victorio Oliver reúne cientos de anécdotas. Ha compartido una de ellas, en la que vio comprobó lo importante de ser cercano con el rebaño. Fue en un pueblo de Tarazona, cuando estaba recién llegado a la sede durante una reunión de sacerdotes, y al que llamó la atención la actitud de uno de ellos: “Había un sacerdote que estaba un poquito callado y entonces pensé que tenía que ir a verlo”.
Dos semanas después se encontraron. Al concluir se acercaron ambos a un grupo de vecinos que se encontraban en una pequeña plaza. El sacerdote presentó a aquellos vecinos a su obispo, siendo el momento en el que Victorio Oliver experimentó un hecho especial que le marcó de por vida en su trayectoria como prelado.
“Espontáneamente, todos se quitaron la gorra. Aún me emociono porque yo tenía 45 años y ellos eran mucho mayores que yo. Empezamos a hablar de sus problemas, de sus ganados, sus trabajos… Había uno que estaba con cara de sorpresa y asintiendo con la cabeza todo el rato pero no decía nada, y yo, por fin, le pregunté: '¿qué me quiere usted decir?' y el respondía repetidas veces con la misma cara de asombro: '¿Quién me lo iba a decir a mi, quién me lo iba a decir a mi?'. '¿Quién me iba a decir a mi que el Sr. Obispo iba a venir aquí a verme a mi?'. Yo le pregunté que por qué decía eso, y él me respondió que, antes, cuando venía el Obispo, se bandeaban las campanas, salían a recibirle a su entrada al pueblo, iban con banderines, las mujeres ponían unas colchas en los balcones, y les decía la mujer que se pusieran la camisa limpia… '¿Quién me iba a decir a mi que el Obispo iba a venir verme a la era?. Entonces, yo le respondí: 'Y a usted, ¿cuándo le pareció mejor?' y él respondió espontáneamente: '¡Ahora!'. Yo le contesté: '¿por qué?', a lo que él respondió: 'porque ahora me parece usted más hermano'. Esta es la respuesta que me sorprendió y que me impresionó fuertemente, esta palabra hacia el pueblo siempre me ha sonado hondamente. Por esto yo sé, en mi tarea de obispo, cómo la gente me quiere amar. Aquél hombre del pueblo me hizo pensar mucho: tienes que aprender a ser hermano”.