La visita de Papa Juan Pablo II al Paraguay y la caida de la dictadura de Stroessner

Hace 32 años, el Papa Juan Pablo II se convertía en el primer Pontífice de la Iglesia Católica en visitar Paraguay

La visita de Papa Juan Pablo II al Paraguay y la caida de la dictadura de Stroessner

Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

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Hace 32 años, el 16 de mayo 1988, Papa Juan Pablo II visitaba por primera vez Paraguay, un país que, en esa época, se encontraba bajo la dictadura de Alfredo Stroessner que gobernaba desde el 1954. La llegada del papa polaco fue fundamental para apoyar a la Conferencia Episcopal Paraguaya, a la iglesia paraguayana que en ese momento era el ultimo bastión de la oposición al régimen del dictador. Los obispos habían dicho “basta” al régimen.

La Iglesia en ese momento estaba siendo atacada fuertemente por el Gobierno y la llegada del Papa fue la primera piedra para frenar a la dictadura. Wojtyla visitaba por primera vez un país católico, en un contexto de asesinatos, desapariciones, torturas y detenciones políticas. Por eso el Papa venia con una misión clara y no tenía intención de retroceder un milímetro de su objetivo. Mientras, el Gobierno intentaba imponer la idea que la visita del Papa era una visita al Gobierno siendo el mismo Papa un Jefe de Estado.

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La visita a los pueblos originarios de la región

En su primera reunión con los jóvenes, bajo una lluvia torrencial, en el parque Ñu Guasu, Luque, San Juan Pablo II, pidió a los mismos “construir un nuevo Paraguay”. “No se puede arrinconar a la Iglesia en sus templos, como no se puede arrinconar a Dios en la conciencia de los hombres“, fueron las palabras expresadas luego por Juan Pablo II, ante las autoridades paraguayas, en el Palacio de Gobierno. Papa Juan Pablo II llevó un mensaje de libertad para un nuevo país que tenía que nacer.

El día después el Papa llegó hasta la Misión Santa Teresita, en Mariscal Estigarribia, Chaco paraguayo, a 524 kilómetros de la capital, Asunción, y se encontró con los pueblos originarios de la región. Fue un encuentro histórico, desde un simbólico altar construido con troncos de Karanday, reivindicó los derechos ancestrales y la dignidad de los indígenas, que eran perseguidos y reprimidos por la dictadura de Stroessner.

En aquella ocasión, ante una multitudinaria concurrencia de indígenas de las regiones Oriental y Occidental del país, como también de pueblos originarios de otros países vecinos, resonaron las palabras del líder Maskoy René Ramírez, denunciando las penurias, atropellos y el despojo de sus territorios, provocando la ira de los políticos de turno. “Conozco los graves problemas que os afectan; en particular lo que se refiere a tenencia de tierras y títulos de propiedad. Por ello apelo al sentido de justicia y humanidad de todos los responsables para que se favorezca a los más desposeídos”, le dijo el Papa.

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La reunión con los sectores sociales

Otro de los actos más polémicos fue el que mantuvo con los sectores sociales (representantes sociales, estudiantiles, empresariales, obreros y campesinos, que tenían una visión crítica del régimen) y que el Gobierno intentó prohibir. Durante su visita en Bolivia (algunos días antes de su llegada a Paraguay) llegó la noticia que el dictador había suspendido el encuentro con los constructores de la sociedad, pero el Papa quiso igualmente realizar este encuentro que consideraba vital para un cambio de mentalidad en los paraguayanos. Si el dictador no aceptaba la propuesta, el Pontífice no iba a pisar el suelo de Asunción. Ante ese ultimátum, Stroessner reculó y aprobó el acto.

La visita de Juan Pablo II produjo ásperos roces entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades de la dictadura stronista. Si bien no denunció abiertamente al régimen, cumplió su propósito de “hacer luz sobre los problemas” en su discurso. La presencia del Sumo Pontífice dejó en el Paraguay huellas imborrables. Pocos meses después llegó la democracia. Stroessner cayó en febrero de 1989, victima de un golpe de Estado de sus hasta entonces aliados militares, que le permitieron exiliarse a Brasil, donde murió en 2006, a los 93 años.

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