Parolin visita a los niños ingresados en el hospital Bambino Gesù y recibe una conmovedora pregunta
El Secretario de Estado visitó, como cada año, a los pacientes del hospital infantil vaticano para llevarles la felicitación navideña del Papa
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¿Es usted el Padre Pío?", le preguntó uno de los niños al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, que visitó como cada año en Navidad a los niños ingresados en el hospital infantil vaticano Bambino Gesù. El cardenal rezó un Ave María en cada habitación de la sala de Gastroenterología y lleva la bendición y los regalos de Francisco.
En el hospital vaticano, una excelencia pediátrica en Europa conocida en todo el mundo, el cardenal acudió para traer saludos y regalos -entre ellos los de afecto y cercanía- del Papa Francisco. "Te traigo saludos del Papa, ¿sabes?", dijo Parolin a Andrea, también hospitalizado tras un trasplante de hígado. "Ha sido tan bueno que se ha tomado la madurez aquí con nosotros", explican los médicos, "se ha hecho el examen en el hospital". "Muy bien", exclama el cardenal. "Quiero empezar la universidad, pero con el lío que he tenido...", explica el chico, concentrado en ver una serie en el ordenador. La madre señala los libros de la Secretaría de Estado que descansan en el alféizar de la ventana, prueba de acceso. "Bravo, ya estás mirando hacia delante".
La despedida de Sveva, diez años en el hospital
Breves diálogos que quieren aliviar el sufrimiento sobre todo de los padres, algunos de los cuales llevan con sus hijos días, meses o años. Incluso durante diez años. Como el padre y la madre de Sveva, que desde que nació 'tiene muchas cositas que arreglar', dice el médico que la atiende. Sveva no es una santa, quizá llegue a serlo", sonríe su madre. "Vosotros, padres, también", replica Parolin.
Los regalos del Papa
A ellos y a las demás familias, el cardenal les lleva una pequeña foto del Papa y les regala una cruz de plástico con el rostro de Cristo. Lo que se refleja en muchos de estos pequeños pacientes, que pasarán la Navidad con el continuo pitido del monitor cardíaco que mide sus parámetros, entre luces de neón y habitaciones con un fuerte olor a desinfectante decoradas con dibujos, juguetes o cunas, festones y arbolitos montados por el personal de enfermería.
Bromas, fotos, caricias, bendiciones
El cardenal, con el presidente Tiziano Onesti y el director médico Massimiliano Raponi a su lado, bromea con Valeria, de 15 años, que padece la enfermedad de Wilson por envenenamiento con cobre: "Estar aquí es un poco estresante", dice ella; "Pero es un entrenamiento para la vida", responde él. Luego acaricia la mejilla de Luca, de año y medio, que, debido a su hospitalización, pasará las vacaciones lejos de sus otros hermanos; anima a Cosimo y Vincenzo, gemelos de Bari ("¡Dos jóvenes!"), operados del hígado por una enfermedad metabólica: "Antes no podían comer la comida de los demás", explica un médico del equipo médico, "fueron a la escuela de hostelería y, tras la operación, pudieron servir y comer lo mismo. Ahora quieren ser cocineros: 'Es una profesión muy popular... Volvéis a la vida normal, animaos', se entusiasma el cardenal.
Con cada una indaga sobre tratamientos, enfermedades, recuperaciones; se detiene a consolar a algunas madres - "¡es usted valiente, señora!" - y juega con el muñeco de Cristian, de 2 años, de Albania, que también tiene un hígado nuevo desde hace unos días. A otra niña de Kosovo que llora de dolor, conectada a unos tubos, le acaricia el pelo: "Pobres niños que no saben expresarse". Mientras que a Joshua, que con voz cansada explica que ha sido sometido a "18-20 operaciones", asegura que hará realidad su "sueño" de salir del hospital.