Francisco abre la Casa de Misericordia de Mongolia: "Estas palabras son la definición de la Iglesia"

Además, ha tenido un encuentro con los trabajadores sociales en Ulan Bator antes de finalizar su histórico viaje por el país asiático

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Eva Fernández informa de la inauguración del Papa Francisco de la Casa de Misericordia de Mongolia

José Manuel Nieto

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El Papa Francisco ha terminado su histórico viaje por Mongolia inaugurando la primera Casa de la Misericordia de Ulán Bator, un centro al que podrán acudir todos los que necesiten asistencia de cualquier tipo: "Me gusta mucho el nombre que han querido darle; en estas dos palabras está la definición de la Iglesia, que está llamada a ser hogar acogedor, donde todos pueden experimentar un amor superior, que mueve y conmueve el corazón". Tras tres días intensos en el país asiático, el pontífice pone fin a un viaje histórico al convertirse en el primero en pisar este suelo de mayoría budista y musulmana.

Como el Papa argentino recordó, "desde que los primeros misioneros llegaron en los años noventa, sintieron inmediatamente la llamada a la caridad", mientras el Gobierno les pedía ayuda para "hacerse cargo de la infancia desamparada, de los hermanos y hermanas sin hogar, de los enfermos, de las personas con discapacidades, de los presos y de quienes, en su situación de sufrimiento, pedían ser acogidos". Francisco tuvo un encuentro con algunos de estos voluntarios a los que instó a hacer el bien para "buscar lo que es mejor para el otro", no "comprometerse sólo a cambio de una remuneración".

A todos ellos, Francisco les dedicó su "más sentidas gracias", por poner "al servicio de la sociedad mongola sus conocimientos, su experiencia, sus recursos y sobre todo su amor": "El gastarse por el prójimo, por su salud, sus necesidades básicas, su formación y su cultura, pertenece desde los inicios a esta vivaz porción del Pueblo de Dios". "La Casa de la Misericordia se propone como punto de referencia para un gran número de acciones caritativas; manos tendidas hacia los hermanos y hermanas que tienen dificultad para navegar en medio de los problemas de la vida", recalcó.

Tras tener un comité de bienvenida compuesto por dos jóvenes, el Papa mandó un mensaje a los países que no invierten en ese voluntariado, ya que "el verdadero progreso de las naciones no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente". "Por todo el bien que han hecho y que harán, les agradezco de corazón y los bendigo", finalizó el pontífice.

Francisco también refutó "algunos mitos". Comenzó por "aquel por el cual sólo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado", defendiendo que "no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás". También señaló a aquellos que dicen que "la Iglesia católica hace todo esto por proselitismo": "Los cristianos reconocen a quienes pasan necesidad y hacen lo posible para aliviar sus sufrimientos, porque allí ven a Jesús".