Libertad, Verdad, Caridad

Txomin Pérez analiza la "Cultura del Encuentro" a través de la escucha o la crítica constructiva como parte de un dialogo que nos ayuda a crecer.

Libertad, Verdad, Caridad

Txomin Pérez

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Y dijo el Papa en la Sesión inaugural del Sínodo dedicado a los Jóvenes: “El Sínodo que estamos viviendo es un tiempo para la participación. Deseo, por tanto, en este inicio del itinerario de la Asamblea sinodal, invitar a todos a hablar con valentía y parresia, es decir integrando libertad, verdad y caridad. Solo el diálogo nos hace crecer. Una crítica honesta y transparente es constructiva y útil, mientras que no lo son la vana palabrería, los rumores, las sospechas o los prejuicios. Y a la valentía en el hablar debe corresponder la humildad en el escuchar”. Válido todo ello para un Sínodo, para una reunión de la AMPA del colegio, para un matrimonio… Para desarrollar la Cultura del Encuentro. Para avanzar con los que son cercanos y, sobre todo, con los que no piensan como nosotros.

Porque “solo el diálogo nos hace crecer”. No queda otra. Solo el diálogo. Solo mediante el diálogo podemos encontrarnos y llegar juntos a algún sitio. Y necesitamos llegar. Un diálogo que puede ser favorecido -como dijo el Papa en su viaje apostólico a Egipto- "si se conjugan bien tres indicaciones fundamentales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones. El deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación".

Porque “a la valentía en el hablar debe corresponder la humildad en el escuchar”. Y “escuchar” es algo más que “oír”. Es prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. Es condición sine qua non... para cualquier cosa noble que nos propongamos. Para avanzar con otros, en cualquier faceta de la vida. Y requisito indispensable si, en ese camino, queremos ir con los que peor lo pasan, caminan más despacio, o acumulan sufrimiento: parados, pueblos explotados, migrantes, ancianos, niños… jóvenes. En un Sínodo sobre los Jóvenes.

Porque “una crítica honesta y transparente es constructiva y útil”. Honestidad y transparencia, buscando construir puentes, no destruirlos. A la hora de la “crítica”, y muchas veces, en nombre de la “corrección fraterna” hacemos barbaridades… y nuestras palabras no se acompañan del mínimo exigible de delicadeza, prudencia, humildad, y atención al otro. Una crítica en la que haríamos más bien si usáramos la precisión del cirujano… que la contundencia del matarife.

Y… “la vana palabrería, los rumores, las sospechas o los prejuicios”. Dicen que un día, en un pueblo cualquiera, una mujer muy amiga de sacar defectos de los demás se fue a confesar. El confesor escuchó pacientemente a la mujer, y después le dijo: “Como penitencia, coge una gallina y recorre las calles del pueblo. Ve arrancando lentamente las plumas, suéltalas al viento, y regresa otra vez a mí”. Y la señora obedeció. Cuando retornó, el confesor le dijo: “La penitencia no ha concluido. Ahora vuelve por las calles y recoge todas las plumas”. “Es imposible”, contestó la mujer. “Así es la murmuración -respondió el confesor- Pequeños juicios sobre otras personas pueden crear situaciones irreparables”.

PD: Por cierto. “Integrando libertad, verdad y caridad”. Nunca ha dejado de tener vigencia el clásico… “In necessariis unitas…”. En lo esencial, unidad; en lo dudoso libertad, en toda caridad. En todo amor. Siempre.

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