La misión del sacerdote es rezar, curar y anunciar: apuntes breves y esenciales del sacerdocio según Benedicto XVI

La misión del sacerdote es rezar, curar y anunciar: apuntes breves y esenciales del sacerdocio según Benedicto XVI

Jesús de las Heras

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¿Qué es el sacerdote, cuál es su misión? He aquí unas sencillas reflexiones hechas públicas por el Papa Benedicto XVI acerca del ministerio sacerdotal.

Según el Santo Padre, rezar, curar y anunciar son los tres imperativos esenciales de la vida y del ministerio de los presbíteros, quien, de este modo, será fiel a su ordenación y evitará el riesgo de convertirse en un burócrata de lo sagrado.

La oración

La oración, que educa en el amor y abre el corazón a la caridad pastoral, es su primer debe, su primera tarea, su primer servicio. Sin una relación personal con el Señor nada de lo demás puede funcionar porque difícilmente podrá el sacerdote llevar a Dios a los demás si el sacerdote no practica y cultiva su propia relación con El.

En este sentido, la oración sacerdotal requiere de tres espacios vitales, diarios y fervientes. El primero de ello es la Eucaristía de cada día como encuentro fundamental donde el Señor habla con el sacerdote y el sacerdote con el Señor, se entrega en sus manos y se hace pan partido para la humanidad. La Liturgia de las Horas y la oración personal -añade Benedicto XVI- son los otros dos ámbitos ordinarios de santificación del sacerdote y de fecundidad apostólica. Sin ellos, el sacerdote se agosta. Con ellos el sacerdote se convierte en lo que debe ser: hombre de Dios, amigo de Jesucristo y fiel servidor de los hombres.

Jesús pasó haciendo el bien y curando a los enfermos

La existencia y el ministerio sacerdotal están llamados también a la sanación, a curar a los enfermos, a los dispersos, a los necesitados. A través de él se visibiliza el amor de Jesucristo y de su Iglesia en favor de la humanidad doliente; a través de él se prolonga el ministerio del Señor que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo.

Esta misión sanadora del ministerio sacerdotal requiere que el sacerdote conozca a sus fieles, como el Buen Pastor conoce a sus ovejas. Que sepa de sus necesidades y dolencias. Que sea el nuevo y permanente buen samaritano. Que unja sus heridas con el aceite y con el vino nuevos de la salvación. Este quehacer sanador del ministerio sacerdotal se traduce en escucha y en diálogo, en compañía y en acompañamiento, en servicio y atención socio-caritativa. Se traduce en el ejercicio de su "munus sanctificandi" a través de los sacramentos, particularmente mediante el sacramento de la Reconciliación, cuya administración es el acto curativo extraordinario que el hombre precisa para estar sano en profundidad.

Testigos del Reino de Dios

Por fin, el sacerdote está llamado a anunciar el Reino de Dios, que no es una utopía lejana, sino que se hace ya totalmente próximo en Jesucristo. Por eso, anunciar el Reino de Dios significa hablar de Dios hoy, hacer presente la Palabra de Dios, el Evangelio que es presencia transformadora de Dios, y hacer presente a Dios a través del sacramento de su presencia, que es la Eucaristía.

Este anuncio será tanto más creíble, será tanto fecundo, cuanto más y mejor sea vivido en primera persona por el sacerdote, cuanto más esté transido de la oración, de la humildad y de la comunión eclesial.

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