La pintora católica a la que el Museo Thyssen le dedica una exposión: "Era arrolladora"

La exposición permanecerá abierta hasta el 15 de septiembre de 2024. Se trata de una piadosa católica que comenzó a pintar antes de la Guerra Civil

La pintora católica a la que el Museo Thyssen le dedica una exposión: "Era arrolladora"

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Se ha inaugurado la exposición de pintura Rosario de Velasco que permanecerá abierta en el madrileño Museo Thyssen hasta el 15 de septiembre de 2024. La mera concepción de una exposición de estas características es ya en sí misma una sorpresa por varios motivos. El primero es tratarse de una mujer, y no abundan precisamente las exposiciones de pintoras, pero más chocante es el segundo: se trata de una piadosa católica, condición esta de conocimiento público. Además, Rosario comenzó a pintar antes de la Guerra Civil, superó el conflicto exiliándose para librarse de ser asesinada por sus creencias, y siguió pintando después.

Rosario de Velasco Belausteguigoitia nació en Madrid el 20 de mayo de 1904, y falleció en Barcelona el 2 de marzo de 1991. Fue una pintora figurativa española que formó parte de la Sociedad de Artistas Ibéricos y cuyo estilo se aproximó a la denominada nueva objetividad alemana.

Rechazaba a “las señoronas de misa diaria con abrigo de piel”

Fue la mayor de los catorce hijos, dos de los cuales murieron muy jovencitos. El padre era coronel del ejército; y estuvo destinado en Inglaterra y Cuba, pero se trataba de una persona de las que rompen estereotipos ideológicos. Muy aficionado al arte, ejerció como profesor de acuarela en la escuela militar, y llevó de pequeñas a Rosario y su hermana Lola a la academia de quien sería dos veces director del Museo del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor, retratista adscrito al regionalismo gallego. Ahí empezó Rosario a pintar. Al mismo tiempo –nos cuenta también su nieto Víctor Ugarte, actual director del Instituto Cervantes de Londres–, Rosario ya era de niña alguien “inconformista”, con gran querencia por “los juegos de acción y subirse a los árboles”. Era también prima de la pintora española Marisa Roësset Velasco.

Su madre, una piadosísima católica que le transmitió la fe, en familia. Nunca le cortaron las alas; al contrario, lo cual forjó en Rosario un carácter libérrimo y al mismo tiempo religioso. Comenta su nieto Víctor que sentía un rechazo visceral a “las señoronas de misa diaria con abrigo de piel”, que era “muy moderna y muy feminista” de primera hora, pero eso sí, también “muy católica”, como tantas, como tantos…llegaría a ilustrar en 1924 el libro ‘Cuentos para soñar’ de la comunista María Teresa León. También ilustró ‘Princesas del martirio’ de Concha Espina (Gustavo Gili, Barcelona, 1940).

Rosario conoció un éxito fulgurante como pintora en su juventud. En 1924 concurrió por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes con dos óleos titulados ‘Vieja segoviana’ y ‘El chico del cacharro’, y en 1931 estuvo presente en el primer Salón español de Dibujantas, destacando entre las representadas como digna de mención y estima según el crítico Manuel Abril. También pintó en 1931, año de proclamación de la II República y cumpliendo ella los 27, Rosario pintó ‘El baño’, que presentó en el Salón de otoño, cuadro que no se ha localizado aún en el que representó a una madre con su hijo. Al año siguiente concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes con ‘Adán y Eva’, que a punto estuvo de ganar la medalla de oro de no haber sido por no haber precedentes de dársela a una mujer, llevándose la de plata. Dicha obra pertenece hoy al Museo Reina Sofía.

"Iba por la calle y llamaba la atención"

Ese mismo año expuso también en Venecia, Valencia, Copenhague y Berlín. En 1933 cruzó el Atlántico para exponer en Pittsburg, EE.UU. Una muestra colectiva de arte contemporáneo español en París, en marzo de 1936, propició que el museo Pompidou comprara su obra ‘Carnaval,’ que aún se conserva allí. El 4 de julio de ese año, catorce días antes de la sublevación militar que dio inicio a la guerra civil española, presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en el Palacio de Cristal de Madrid, una obra, llamada ‘Matanza de los inocentes’, que resultó profética.

En su obra modernizó las formas; utilizó masas pictóricas sueltas, colores expresionistas y formas redondeadas. Eugeni d'Ors, con quien se carteó a menudo, la consideró la «Pola Negri» de la Pintura. A partir de los años 60 las formas clásicas fueron desapareciendo y sus obras se llenaron de transparencias como si el artista quisiera sólo insinuar el mundo, una realidad tamizada por el sueño, un mundo mágico. En 1968 obtuvo el Premio Sant Jordi compartido con Ignasi Mundó por ‘La casa roja’, obra característica de la evolución de la pintora. En 2019 fue incluida en la exposición colectiva ‘Dibujantas, pioneras de la Ilustración’ en el Museo ABC.

“Era arrolladora”, dice Marvi Ugarte Farrerons, una de los siete nietos que tuvo Rosario de su única hija, María del Mar. “No pasaba desapercibida. Iba por la calle y llamaba la atención, pero por lo que transmitía. Iba pisando fuerte, sí”. Y todo ello sin ceder un milímetro de terreno al ateísmo: la cultura y la fe católica siempre han sido no sólo compatibles si no sinérgicas.

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