El perfil de quienes ocupan cargos de responsabilidad en la Iglesia ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Dos de los tradicionales discursos papales de cada año son los dirigidos, en las vísperas de la Navidad, a los miembros de la Curia Romana y, ya en los últimos días de enero, a los jueces del Tribunal de la Rota. El Papa Francisco ha mantenido estos encuentros y ha pronunciado sendos discursos. Eso sí, han sido distintos. No han sido tanto reflexiones de largo alcance sobre la vida de la Iglesia cuanto la realización de un retrato del perfil de las actitudes y estilo que deben acompañar a quienes ocupan cargos de responsabilidad eclesial. Y con estas intervenciones, más allá de su eco mediático, Francisco ha ido al quicio de la primera y auténtica reforma que espera y desea: la de los corazones e inteligencias, la de los modos y los comportamientos.
La próxima semana publicaremos el discurso íntegro ?breve y enjundioso- del discurso del Santo Padre, el viernes 24 de enero, a los miembros del Tribunal de la Rota. En las páginas 36 y7 37 de nuestro número 3.707, el último número de 2013, ofrecimos el discurso pontificio a la Curia Romana. Y si a continuación analizaremos sus contenidos, lo hacemos porque nos parece especialmente pertinente pensando no solo en sus primeros destinatarios, sino en todas aquellas personas -singularmente eclesiásticos- que ocupan puestos de responsabilidad en la Iglesia.
Aunando, pues, estas dos intervenciones del Papa, la idea principal que de ellas deriva es la necesidad de entender los quehaceres de responsabilidad y decisión eclesial desde una triple clave: el servicio, su inserción en la vida pastoral y la búsqueda de la santidad. Y junto a estas ideas, la profesionalidad, la capacitación técnica y la dimensión humana emergen como otras tres condiciones indispensables para el ejercicio de las distintas funciones, misiones y ministerios.
La renovada y exigente toma de conciencia de que los distintos puestos en la Iglesia son servicios a favor de los demás y de la entera comunidad debe prevenir de cualquier actitud, gesto o acción de prepotencia, despotismo, altanería o de búsqueda de servirse del cargo para los propios intereses, carrerismos o vanidades. El poder en la Iglesia es el servicio. Ya lo dijo y lo hizo el Señor de la Iglesia, que estuvo y está entre nosotros como el que sirve, que vino a servir y no a ser servido. Benedicto XVI lo repitió constantemente y con el gesto de su renuncia, de la que está a punto de cumplirse un año, nos lo demostró, una vez más, con el propio ejemplo. Francisco lo dijo desde el primer momento ?incluso un libro suyo lleva este título: El poder en la Iglesia es el servicio– y lo repite y lo practica sin cesar.
"Sois, esencialmente, pastores. Al desempeñar vuestra labor judicial, ¡no olvidéis que sois pastores! Tras cada expediente, tras cada situación procesal, tras cada pleito, hay personas que esperan justicia". Son palabras de Francisco a los jueces de la Rota Romana. Estas palabras valen también para todos los que en la Iglesia ejercen cualquier misión de gobierno o administrativa. Porque cualquiera de estos quehaceres no tienen un fin en sí mismos, sino en una única misión de la Iglesia, que es la caridad pastoral, que es la evangelización.
Desde estos principios fundamentales, se entiende todavía mejor que jueces, curiales en general -al igual que el resto del pueblo santo de Dios, pastores y fieles-, es en el ejercicio de su ministerio concreto, y desde los criterios indicados, donde han de encontrar la primera fuente y el primer desarrollo de la llamada universal a la santidad. "Santidad que significa?explicitaba Francisco en su discurso a la Curia Romana del pasado 21 de diciembre- vida inmersa en el Espíritu, apertura del corazón a Dios, oración constante, humildad profunda, caridad fraterna en las relaciones con los colegas. También significa apostolado, servicio pastoral discreto, fiel, ejercido con celo en contacto directo con el Pueblo de Dios". Para a continuación subrayar que esto, todo esto "es indispensable para un sacerdote", para cualquier sacerdote ?ya sea cardenal, obispo, vicario, curial, párroco o capellán- y, en definitiva, para cualquier cristiano.
Y en concreto, Francisco ?en idea suya ya muchas veces reiterada y denunciada- alerta del peligro de las habladurías, envidias, celos, luchas y clanes de poder, maledicencias, y, en suma, de la mundanidad, a la hora a de vivir y ejercer en la Iglesia la misión de cada uno.