San Bruno, faro de luz eremítica
Madrid - Publicado el
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La Providencia impulsa a muchas personas a vivir con un desprendimiento hasta el extremo. Hoy celebramos a San Bruno, que tuvo esta realidad. Nacido en Colonia en 1030, desde joven dio muestras de grandes dotes espirituales hasta el punto de dirigir a multitud de almas, entre las que se encontraría el futuro Papa Urbano II. Ordenado sacerdote, fue profesor de Teología en Reims, por espacio de 18 años, siendo también secretario del Obispo hasta su muerte.
Pronto sufriría incomprensiones, siendo expropiado de parte de sus bienes. Un día queda impresionado por la muerte de un noble que todos tenían por ejemplar, pero que en el momento de sus exequias habló por tres veces su cuerpo sin vida diciendo que Dios le llamaba al Tribunal, le juzgaba con justicia y que había sido encontrado falto de amor, y condenado. Creyendo que su camino estaba en el Císter, ingresa en la fundación de San Roberto de Molestes.
Pero poco después descubrirá que la Providencia le encamina a un nuevo Carisma. Precisamente San Hugo, Obispo de Grenoble, vio que siete estrellas le empujaban a un lugar apartado del bosque donde se construía un faro que irradiaba luz para todo el mundo. Era la prefiguración de la cartuja que Bruno fundaría, en compañía de otros seis amigos. El Reglamento dictado por el Santo es uno de los más estrictos y austeros.
En él se pide una total dedicación y consagración a Dios, incomunicados del mundo, absteniéndose de vinos y licores. Es la manera de forjar grandes penitentes que buscan expiar los pecados del mundo para llegar a un alto grado de santidad. Sus últimos tiempos estuvieron dedicados a una vida penitencial, compaginada con los encargos que le hacía el Papa. San Bruno muere en el año 1101. Su espiritualidad se extiende por el mundo entero.