Viernes Santo: Una Muerte y Muerte de Cruz
Cuarenta han sido los días para llegar al culmen del Misterio Pascual que empieza con el Sacrificio para llegar a la Luz
Publicado el
2 min lectura
Cuarenta han sido los días para llegar al culmen del Misterio Pascual que empieza con el Sacrificio para llegar a la Luz. Hoy es, precisamente, Viernes Santo, esa jornada de luto por la Muerte del Señor en la esperanza de su Resurrección. Tras celebrar la Cena y cantar el Himno de Acción de Gracias, Cristo salió con sus discípulos para Getsemaní en el Huerto de los Olivos, al otro lado del Torrente Cedrón. Tras una oración con intensa agonía, Jesús acepta la Voluntad del Padre.
Poco después llega Judas con un grupo extraño de personas procedentes del Sanedrín, del Tribuno Romano y de la guardia del Templo, traicionando con un beso al Maestro que es detenido y llevado a casa de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás. En un juicio sumarísimo en plena noche, es condenado a Muerte por declararse Hijo de Dios. Para entonces, los Apostoles le han abandonado y Pedro reniega de que le conoce.
Para colmar el vaso, Judas lleno de remordimientos rectifica ante el Sanedrín y devuelve las monedas, pero los fariseos no le sueltan al Nazareno y le despiden al traidor con un “Alla tú”. Éste, desesperado, se cuelga a las afueras de la ciudad. Llevado Cristo ante Pilato el Gobernador Romano sospecha de que hay envidia en la entrega de ese Hombre al que quiere soltar. En un gesto de quitarse el problema de encima le envía a Herodes, rey de Galilea, quien s elo remite sin juicio.
En un último gesto desoltarle Pilato lo manda azotar y los soldados le coronan burlescamente de espinas. Como el pueblo, soliviantado por los Sumos Sacerdotes, pide el indulto de Barrabás, criminal Zelote y la condena a la Cruz del Mesías, Pilato se lava las manos y se lo entrega a su antojo. Conducido con otros dos malhechores, es Crucificado en el Calvario donde perdona a sus enemigos, entrega María a Juan como Madre, y muere por todos los hombres.
Un poco después, José de Arimatea, fariseo que, junto con Nicodemo defendía a Cristo, pide el Cuerpo a Pilato. Tras bajarlo le entierran en un Sepulcro, que, aunque no se den cuenta, es la antesala de La resurrección. En este día no hay Misa sino los Santos Oficios donde se proclama la Pasión del Señor según San Juan y se adora la Cruz, comulgando de la Reserva que quedó en el Monumento del día anterior.