Madrid - Publicado el - Actualizado
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En una breve alocución televisada anoche, el presidente Emmanuel Macron ha prometido la reconstrucción de la catedral de Notre Dame en cinco años, con el añadido de que después será aún más bella. Aunque no llegue a cumplirse este plazo, es evidente que ese deseo es la expresión viva de lo que ya se considera una urgencia nacional. Macron, que había conversado poco antes con el Papa por teléfono, aprovechó la conmoción nacional provocada por el incendio para invitar a los franceses a reencontrar, dentro de la diversidad de sus convicciones, el hilo del proyecto nacional “en el que hay muchas cosas que reconstruir”.
Entre llamas, Notre Dame, es decir, Nuestra Señora, nos hace recordar que más allá de la urgencia de la reconstrucción material de la catedral, lo que se necesita es la reconstrucción de la fe, como ha señalado el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Ricardo Blázquez.
En el espectacular movimiento de solidaridad que se ha producido, se puede vislumbrar una especie de despertar de la nostalgia de las raíces cristianas de Europa. En vísperas de la celebración de la Pasión, como antesala dolorosa de la celebración de la Pascua, el incendio de Notre Dame ha supuesto una sacudida de la conciencia europea, para recordar que la búsqueda de Dios y la apertura a su presencia están en el centro del genio de nuestro continente.