Las pequeñas manías de niño pueden derivar en trastornos obsesivos de adulto
Un equipo de investigadores españoles ha logrado identificar los patrones de conexión que existen en algunas zonas del cerebro y que estarían asociados a la aparición de esos síntomas
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Las pequeñas manías o supersticiones que manifiestan frecuentemente los niños desaparecen normalmente con el tiempo, pero en algunos casos esos comportamientos pueden derivar y evolucionar hasta convertirse en trastornos obsesivos compulsivos en la edad adulta.
Un equipo de investigadores españoles ha logrado identificar los patrones de conexión que existen en algunas zonas del cerebro y que estarían asociados a la aparición de esos síntomas leves en los niños, y que podrían ser utilizados como biomarcadores para reconocer a aquellos niños que tienen un riesgo de desarrollar esos trastornos cuando sean mayores.
El trabajo ha sido realizado por especialistas del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) y las conclusiones se han publicado en la revista Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry.
El coordinador del estudio, Carles Soriano-Mas, ha explicado que el motivo principal de preocupación debe ser cuando las conductas de los niños entorpecen la vida diaria -porque dificultan los estudios o las relaciones sociales del niño- o cuando generan sufrimiento -ansiedad, miedos o preocupación-.
En declaraciones a EFE, Soriano-Mas ha observado que en ocasiones ese sufrimiento entre los niños se produce cuando no pueden realizar esas manías como pretenden o porque implican pensamientos muy desagradables (del tipo "si no hago esto un número determinado de veces a mis padres les pasará algo").
Diferenciar las manías y las supersticiones "normales" de las que señalan una predisposición a sufrir un trastorno obsesivo es difícil, según los investigadores, que han analizado las conexiones neuronales de más de 200 niños que no habían sido diagnosticados de ningún trastorno obsesivo compulsivo pero que ya presentaban un amplio abanico de síntomas preclínicos.
En ese análisis comprobaron que había una relación entre la aparición de síntomas y algunos cambios que se producían en las conexiones entre la corteza prefrontal y algunas regiones subcorticales del cerebro, las mismas precisamente que se ven afectadas por los pacientes adultos que sufren trastornos obsesivos.
Carles Soriano-Mas ha explicado que las manías son fácilmente detectables cuando se trata de conductas "esterotipadas e inflexibles", las que un niño realiza cada día en situaciones determinadas y es muy difícil convencerle de que no lo haga; "y si lo intentamos le generará ansiedad o malestar, ya que asociará el hecho de no poderlo hacer con el temor a consecuencias desagradables o incluso catastróficas".
Otras conductas no son tan fáciles de detectar ya que son "rituales" de tipo mental (contar, sumar números o repetir frases en voz baja), ha observado Carles Soriano-Mas, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental.
Las manías más sencillas desaparecen a los 5 o 6 años
Las "manías" más sencillas (las relacionadas con ordenar las cosas de una determinada manera o tocar las cosas un número determinado de veces) suelen desaparecer a los 5 o 6 años, aunque pueden también perdurar más tiempo e incluso durante toda la vida y no llegar nunca a ser problemáticas. El motivo de alarma, según los investigadores, es cuando entorpecen la vida diaria de una persona.
Y la situación a causa de la pandemia no es la mejor para la personas con trastornos obsesivos, en especial para las personas que tienen obsesiones con la contaminación y compulsiones de limpieza y desinfección, ha señalado Carles Soriano-Mas, y ha precisado que miedos y conductas que antes eran "claramente desproporcionados" ahora pueden estar justificados.
"Los altos niveles de ansiedad facilitan que desarrollemos preocupaciones -sobre nuestra salud y la de los demás, o sobre el estado de la economía- que son difíciles de poner bajo control y que generarán más ansiedad, creando una especie de circulo vicioso", ha manifestado el investigador,
En el caso de los niños, el confinanamiento ha podido sin embargo contribuir en algunos casos a reducir los niveles de ansiedad al pasar más tiempo en el entorno "seguro" que para ellos es la casa y evitar entornos que potencialmente les pueden causar una mayor ansiedad, como la escuela o algunos grupos de amigos.
Los trastornos obsesivos compulsivos afectan a entre el 1 y el 3 por ciento de la población, y suelen producirse dos "picos" de aparición; uno en torno a los diez años y otro al principio de la edad adulta, en torno a los 20 años, aunque los casos subclínicos -obsesiones evidentes pero que no interfieren en la vida diaria ni requieren ningún tratamiento- son muy superiores y afectan al 9 por ciento de la población a los 11 años y entre el 13 y el 28 por ciento de la población en la edad adulta.
Uno de los mayores problemas, como ocurre en todos los trastornos de salud mental, es "el estigma", ha advertido Soriano-Mas, que ha observado que las personas que los sufren o sus padres siguen mostrando reticencias a acudir a un profesional, porque piensan que los síntomas desaparecerán solos o que el propio afectado debe aprender a controlarlos, lo que dificulta el diagnóstico e impide iniciar el tratamiento más adecuado.