Así derrotó el fumador Richard Boeken hace 20 años a una de las tabacaleras más poderosas del mundo
Después de 46 años como fumador y de terminar enfermando de cáncer, este estadounidense llevó a juicio a la empresa Philip Morris, sentenciada en principio a pagarle 3.000 millones
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Para muchos, quizás el nombre de Richard Boeken no sea conocido, pero su historia sirvió para sentar precedente y cambiar el mercado del tabaco para siempre.
Situémonos a finales de los años 90, época en la que la figura del fumador gozaba de cierta aura de misticismo, vinculada a todos los prejuicios que trataban de vender las grandes empresas tabacaleras.
Eran habituales los anuncios de este tipo de empresas, hoy impensables, donde fumar se asociaba con las ideas de éxito, de 'tipo duro' y hasta de culto o interesante.
La gran industria del tabaco estaba en todas partes, desde el cine hasta el deporte, con anuncios y patrocinios tan emblemáticos como el de la marca Marlboro con Ferrari, una relación iniciada en 1984 y que unió estrechamente el mono y el coche rojo de la escudería italiana con el gigante de los cigarrillos.
Incluso se llevaron a cabo campañas publicitarias con médicos, que recomendaban una u otra marca de tabaco en función del pagador.
Las cosas estaban empezando a cambiar, con movimientos sociales importantes que, poco a poco, fueron modificando la percepción de la población sobre este tipo de productos, que por entonces hasta parecían elevar el caché.
Sin embargo toda esa fuerza ganada a golpe de publicidad pronto se iba a perder, precisamente por 'adornar' el producto de más.
En una época en la que prácticamente se podía fumar en cualquier sitio, los males y peligros del vicio al cigarrillo eran algo en lo que no interesaba profundizar. Es más, si se podía obviar o evitar el tema, mejor.
Y ese fue el argumento que llevaría a Richard Boeken, un estadounidense fumador de toda la vida, a ganar en juicio a todo un gigante como Philip Morris en 2001.
Una sentencia mediática
Boeken, que por aquel entonces contaba con 56 años, había enfermado de cáncer por culpa de su adicción al tabaco, comenzando a fumar a la temprana e impactante edad de 13 años.
Por aquel entonces, el hombre no era consciente de los efectos negativos de este producto que, con los años, terminaría afectando a su estado de salud, desarrollando un cáncer que acabaría con su vida, además de dañar por el camino su columna vertebral y su cerebro.
Boeken, que trabajaba como agente de bolsa, dijo fumarse de media unas dos cajetillas diarias de la marca Marlboro, perteneciente a la empresa Philip Morris, una de las más grandes del mundo y especialmente de los Estados Unidos, donde tenía el 50 por cierto del mercado.
Por ello, y tras comenzar a desarrollar complicaciones en su estado de salud a mediados de los 90, Boeken decidió demandar al gigante del cigarrillo alegando que la empresa no advertía a los consumidores sobre los daños que ocasionaba su producto.
Philip Morris trató de escudarse, argumentando que nadie había obligado a Boeken a fumar, mientras que el abogado del enfermo argumentó que su cliente había sido víctima de años y años de anuncios y campañas de la industria tabacalera incentivando el consumo desde una perspectiva positiva, al mismo tiempo que comentó que su cliente había sido capaz de dejar el alcohol y la heroína, pero no el tabaco.
De esta manera, los tribunales le dieron la razón a Boeker, sentenciando a la empresa a indemnizarlo con una cifra récord de 3.000 millones de dólares el 6 de junio de 2001.
La decisión fue recurrida a los pocos meses por la tabacalera, solicitando la realización de un nuevo juicio por considerar que el monto a pagar era excesivo, sobre todo atendiendo a la normativa que regía en California.
En medio de esta disputa, Boeken terminaría perdiendo la vida en 2002, lo que obligó a su hijo a continuar con la demanda que finalmente se resolvería en 2011, llegando a un acuerdo por cerca de 13 millones de dólares.
El antes y el después
Esa sentencia sentaría un importante precedente a la hora de regular el mercado y la publicidad del tabaco, aunque no sería la única de esta naturaleza.
En el mismo 2001, un tribunal de la ciudad de Nueva York obligó a cuatro empresas del sector, en la que también estaba incluída Philip Morris, a indemnizar con cerca de 18 millones de dólares a la compañía aseguradora Empire Blue Cross, que representaba a cerca de cinco millones de clientes, por considerar que las tabacaleras habían ocultado y minimizado durante años los efectos perjudiciales del tabaco.
Ya en 2002, y con la misma defensa y abogado que Boeken, Betty Bullock, una mujer de 64 años enferma de cáncer de pulmón, decidió demandar, de igual manera, a Philip Morris, que fue sentenciada en un primer momento a pagar 28.000 millones de dólares.
Bullock, que fumaba desde los 17, se amparó en que siempre se había fiado de los anuncios de la compañía, que aseguraban que los estudios médicos no vinculaban al cáncer con el consumo de tabaco.
Del mismo modo en 2014, un jurado federal de Florida estimó que la empresa R.J. Reynolds Tobacco Company debía pagar una indeminización de más de 20.000 millones de dólares a la viuda de un fumador.
Este tipo de denuncias tuvieron tanta repercusión que incluso fueron llevadas al cine en la película El Dilema (The Insider), basada en un caso real de una empresa que manipulaba el contenido de los cigarrillos añadiéndole más adictivos.