El lamento de dos ucranianos en Cantabria, ante las negociaciones de Putin y Trump: "Nos están robando"
Tres años después del inicio de la invasión, la comunidad ucraniana en Cantabria sigue creciendo con historias de lucha, nostalgia y esperanza
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El 24 de febrero se cumplirán tres años desde que Rusia inició la invasión de Ucrania, un conflicto que ha cambiado la vida de millones de personas y que, aunque ocurre lejos, sigue marcando a quienes tuvieron que huir de su país. En Cantabria, el pueblo ucraniano sigue creciendo, con personas que han reconstruido su vida lejos de la guerra, pero con el corazón dividido entre su nueva realidad y la incertidumbre por el destino de su nación.
Entre esas historias están las de Julia y Pablo, un matrimonio con raíces ucranianas que reside en Santander. Desde la floristería Eufloria, en la calle Tetuán, compartieron con COPE Cantabria cómo es vivir con la guerra en la distancia, la situación de sus familiares y su visión sobre el futuro del conflicto.
Julia: de Melitópol a santander
Julia, de 32 años, nació en Melitópol, una ciudad similar en tamaño a Santander, pero que hoy está bajo ocupación rusa. Llegó a España con 18 años, gracias a la reagrupación familiar, y empezó su vida en Cantabria trabajando como niñera. Sin embargo, su verdadera vocación era otra, y por eso decidió regresar a Ucrania durante un tiempo para formarse en floristería.
Al volver a España, abrió su propio negocio, un lugar que hoy en día es su sustento, y también su refugio emocional ante la incertidumbre que vive su país natal.
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Pero la guerra ha dejado una marca imborrable en su vida. Su familia sigue en Melitópol, una ciudad cerrada y bajo control ruso, lo que le impide visitarlos. Aunque intentan llevar una vida lo más normal posible, le aseguran que siguen considerándose ucranianos y que desean que su tierra vuelva a ser parte del país.
"Tenemos toda la familia allí, menos mi madre, que está aquí conmigo. Pero ellos están en la zona ocupada. Lo más duro es saber que no podemos ir a verlos porque no nos dejan entrar", explica Julia.
Pablo: un viaje a Ucrania en guerra
Pablo tiene raíces ucranianas y moldavas. Aunque nació en Moldavia, pasó gran parte de su vida en Ucrania, donde aún conserva familiares y recuerdos. Su padre, de origen ucraniano, falleció cuando él era niño.
Hace un año, en plena guerra, tomó una decisión difícil: viajar a Ucrania para visitar a su abuela, de 90 años, que vivía sola y a la que no sabía si volvería a ver. Condujo 30 horas hasta su destino, un viaje que quedó marcado en su memoria.
"Lo primero que me impactó al cruzar la frontera fue ver miles de pájaros. Pregunté a los guardias y me dijeron que huían de los disparos y las explosiones", recuerda Pablo.
Mi ciudad no volverá a ser ucraniana; aunque nuestra gente quiera, la realidad es otra
Ucraniana residente en Cantabria
Una vez dentro de Ucrania, la realidad fue demoledora. "Dolor, miedo... pero sobre todo dolor. Una generación de ancianos que nunca imaginó vivir otra guerra, jóvenes enviados al frente sin elección y niños que crecerán sin saber qué país heredarán", relata.
¿Hay esperanza para Ucrania?
Con el tercer aniversario de la guerra acercándose, Julia y Pablo reflexionan sobre el futuro de su país.
Julia lo tiene claro: su ciudad, Melitópol, no volverá a ser ucraniana. "No van a dejar que vuelva a Ucrania, aunque lo deseo con todas mis fuerzas. Han cambiado pasaportes, cerrado la ciudad… Aunque la gente quiera seguir siendo ucraniana, la realidad es otra", lamenta.
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Pablo, por su parte, es crítico con la política internacional. "Los acuerdos entre Trump y Putin son una injusticia. Nos están robando nuestro país mientras Zelensky no tiene ni voz en la negociación", denuncia. También cree que Trump solo busca beneficios económicos a costa de Ucrania y que, incluso en Estados Unidos, sus decisiones están generando descontento.
Una mirada humana a la guerra
Julia y Pablo representan a los cientos de miles de ucranianos que viven en España, intentando rehacer sus vidas mientras siguen con la mirada puesta en su país. Desde Cantabria, recuerdan cada día a sus familias y su tierra, pero saben que el futuro sigue siendo incierto.
Este testimonio nos recuerda que la guerra es evidentemente un conflicto político y un número jamás justificable de víctimas; pero también la historia de personas que siguen sufriendo, aunque estén lejos del campo de batalla.