Entre 1804 y 1934 Pamplona contó con la Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra: "¿Por qué?"
Estaba en la Cuesta de Palacio (frente al Archivo General), bajo el cuidado de las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl
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Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra
Pamplona - Publicado el
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Han pasado muchos años, pero en Pamplona aún hay gente que recuerda la existencia de la "Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra". Un edificio y un servicio que en su época se hacía imprescindible y que no es fácil de analizar. Afortunadamente, la sociedad evolucionó y se pudo cerrar. Juan Echenique, autor de "Secretos de Pamplona" nos acerca la historia y las curiosidades del edificio y del servicio.
¿Por qué? Porque la exposición y abandono de niños públicos se convierte en un problema creciente en todo Europa -y también en Pamplona y en Navarra- a partir de mediados del siglo XVIII.
Por aquel entonces, en Pamplona los niños se hacinaban en el Hospital General, situado en la cuesta de Santo Domingo, donde hoy está el Museo de Navarra.
El arcediano de la Catedral, prior de Roncesvalles y más tarde obispo de Pamplona, Joaquín Javier de Uriz y Lasaga toma cartas en el asunto y decide abrir la Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra en junio de 1804.
Estaba en la Cuesta de Palacio (frente al Archivo General), bajo el cuidado de las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl. Años después, en 1846, el edificio fue ampliado hasta la calle Carmen.
Objetivo: reducir el altísimo índice de mortalidad infantil. Tengamos en cuenta que un siglo después de su apertura, es decir, a principios del siglo XX, el 34% de los niños morían antes de los cuatro años -22% de legítimos y casi 40% de ilegítimos-.
¿De qué morían? Procesos diarreicos, bronquitis, bronconeumonía, meningitis o tuberculosis. ¿Por qué? Por mala salud (a veces llegaban en condiciones deplorables), alimentación deficiente o falta de nodrizas.
Los niños llegaban a la Inclusa por tres motivos principales: porque eran abandonados en la calle (expósitos, a veces con el nombre y si estaba bautizado), nacidos en la cárcel, en el hospital o en la galera o padres que no podían criarlos (por fallecimiento, por ejemplo).
Los expósitos eran abandonados en la puerta de casas, iglesias o cementerios. Con esta práctica se quiso acabar con la Inclusa, donde las mujeres podían dar a luz y dejar allí a la criatura o acercarse hasta el edificio y dejarlo en un torno (giraba y sonaba una campanilla para avisar a las monjas).
¿Por qué se abandonaba a los niños? Sobre todo, por dos razones: miseria y nacimientos ilegítimos (fuera del matrimonio), terribles socialmente para las mujeres en aquella época.
Cuando Pamplona tenía 20.000 habitantes, la Inclusa atendía a cerca de mil niños
Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra
Ayudó al fin de los infanticidios, práctica bastante habitual hasta entonces. Pero ni el edificio ni los trabajadores estaban en condiciones de prestar la debida atención a la creciente llegada de niños (cuando Pamplona tenía 20.000 habitantes, la Inclusa atendía a cerca de mil niños, llegados de Navarra y de Guipúzcoa). Así que dos de cada tres morían en la propia Inclusa.
En 1934 la Inclusa cerró sus puertas y sus funciones las asumió el nuevo Hospital de Navarra (el actual), construido gracias a la generosidad de Concepción Benítez e inaugurado ese año.
El edificio de la Inclusa fue utilizado como sede de la Falange durante la Guerra Civil y, finalmente, derribado en 1944, que es cuando se construye la calle Aldapa -cuesta en euskera-.